El panorama se complica tanto a nivel regional como doméstico. Tras la narrativa que expone de manera enfática razones de seguridad nacional, se procede a la acción directa con un reforzamiento del despliegue militar en el Caribe por parte de los Estados Unidos.
Las declaraciones del mandatario norteamericano y de los miembros de su gabinete de seguridad han subido de tono y expresan públicamente su determinación.
Ya no solo de contener a las organizaciones del narcotráfico, ahora declaradas como terroristas, sino de eliminarlas.
Empleará todos los recursos de inteligencia, policiales y de fuerza militar con que cuenta esa nación, tanto al interior de su propio territorio como fuera de sus fronteras.
El presidente de los Estados Unidos, destacando la extraordinaria labor de sus colaboradores, ha reiterado su decisión de defender a su sociedad de la peligrosa amenaza de los narcoterroristas, enfocando sus baterías particularmente hacia tres países: Venezuela, Colombia y, desde luego, México, señalando abiertamente que nuestro país se encuentra gobernado por los cárteles.
La posición pública adoptada por el gobierno mexicano ha sido la de evitar la confrontación, acudiendo a la soberanía nacional, enfatizando la colaboración, pero sin sumisión y destacando los logros que el actual gobierno ha alcanzado durante el primer año de su gestión.
La reciente rueda de prensa del presidente norteamericano y los miembros de la Fuerza de Tarea de Seguridad Nacional enfocada en el combate a las organizaciones narcoterroristas no es solo un nuevo mensaje.
Los argumentos ahí vertidos por parte de sus integrantes y la amplia difusión de sus contenidos deben ser considerados como la justificación.
No nada más de las radicales acciones emprendidas por ese gobierno hasta el día de hoy para consumo interno, sino como el anuncio de que algo más severo está por ocurrir al sur de sus fronteras.
El costoso despliegue militar en el Caribe, reforzado con el más poderoso portaaviones de la flota estadounidense, no constituye solamente una demostración de fuerza, como pudiera pensarse, para ejercer presión contra el gobierno venezolano; es una muestra de su poderío que le obliga, por prestigio nacional, a alcanzar los objetivos que ha hecho públicos y no sería deseable retirarse sin haberlos alcanzado.
Para el caso de México, colocado en la misma bolsa que los dos países sudamericanos, con gran influencia de las organizaciones criminales, el mensaje debe quedar claro y, a pesar de que en la narrativa se le minimice, las evidencias sobre la delicada situación interna, catalizada por los recurrentes escándalos políticos, obligan no solo a la reflexión profunda, sino a la toma de decisiones rotundas para deshacer los entuertos heredados.