Gerardo Herrera Huizar

México, zona gris y conflicto híbrido

‘Todo se amalgama: violencia, terror, presión diplomática y económica, propaganda interna y exterior, información pública y filtraciones privadas...’, analiza Gerardo Herrera.

Las señales son elocuentes. Paulatina, pero de manera constante, van fluyendo mensajes, tanto al interior como desde fuera de nuestras fronteras, que conforman, en su conjunto, un panorama complejo y confuso que más se asemeja a una zona gris, con características propias de un conflicto híbrido.

Desde el exterior, una relación asimétrica, con mensajes sutiles o directos que involucran cuestiones de seguridad nacional, criminalidad y corrupción política mezclados con presiones económicas, acciones policiales, filtraciones y otras acciones unilaterales, sin disparar un solo tiro, pero tan letales para la estabilidad y la gobernabilidad de la nación como un ataque con misiles.

Al interior, violencia extrema generada por la actividad de grupos criminales que mantienen el control de extensas zonas geográficas en las que de facto sustituyen al Estado por coacción o colusión y diversifican sus negocios ilícitos con alcances ya no solo locales, sino a nivel internacional, como es el caso del tráfico de drogas o el robo de combustible a gran escala. Escándalos y confrontaciones internas recurrentes, insinuaciones o acusaciones directas, cancelación de visas, incentivan la sospecha y la desconfianza social en la clase política.

Todo se amalgama: violencia, terror, colaboración, presión diplomática y económica, propaganda interna y exterior, información pública y filtraciones privadas de las que no se da cuenta de manera oficial, pero de las que se desprenden, atendiendo a los hechos, indicios suficientes de lo que se opera tras bambalinas.

El escenario que se configura con esta nebulosa circunstancia es más parecido, toda proporción guardada, a lo que se ha dado en llamar el conflicto híbrido, en el que se utilizan herramientas mucho más sutiles, pero igualmente poderosas, para imponer la voluntad de un Estado sobre otro, sin recurrir a la acción militar directa, como en la guerra convencional.

En esta clase de conflictos participan una gran cantidad de actores gubernamentales y no gubernamentales, entidades mediáticas, estructuras criminales, agentes sociales, económicos o tecnológicos que se mueven, de acuerdo con los intereses, intenciones y capacidades de los Estados actuantes, en un gran tablero de ajedrez geopolítico, en donde las identidades se difuminan y se confunden, como si se tratase de un guion de misterio cinematográfico.

La compleja situación actual coloca a México, en consecuencia, en una zona gris, de alta complejidad, nebulosa, de elevada dificultad para el discernimiento y la toma de decisiones acertadas y oportunas, que dejan al gobierno con un muy estrecho margen de maniobra para acometer con relativo éxito los grandes temas que enfrenta.

Y encima súmele al interior la discordia y la indisciplina.

COLUMNAS ANTERIORES

Damocles al día
Hecatombe

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.