Un día sí y otro también nos despertamos con un nuevo escándalo que involucra personajes relevantes de la vida pública de nuestro país y desvelan, paulatinamente, la oscura realidad en que estamos inmersos.
Todo parece girar en torno de un sólo factor que se erige determinante tanto en la dinámica interna como en la relación internacional, particularmente con nuestro vecino del norte a quien, las cotidianas revelaciones dentro y fuera de nuestras fronteras, sobre esquemas de corrupción y connivencia criminal, proveen municiones para mayores y más continuas presiones por la vía política, diplomática o comercial.
Y es que, por más que se pretenda minimizar discursivamente la magnitud real de los eventos, la evidencia y la concurrencia de estos va mucho más allá de una simple coincidencia y ofrece elementos para la argumentación sobre el deterioro institucional y la captura del Estado por parte de grupos criminales en, prácticamente, toda la geografía nacional.
Ya sean filtraciones a través de las benditas redes sociales o señalamientos directos en las declaraciones de personas autorizadas desde la palestra oficial, van construyendo una narrativa que se amalgama y se estructura en torno de la cúpula política mexicana vigente cuyos personajes, curiosamente, se apartan del espacio público mientras, coordinadamente, son arropados por sus correligionarios de manera vehemente.
No obstante la aparente tranquilidad con que se asumen los señalamientos y se esquiva la metralla de algunos medios de comunicación, minimizándolos o desestimándolos del todo, la preocupación es evidente, como evidente es también el efecto que la suma de acontecimientos va teniendo en la solidez de la estructura interna de la nueva clase política dominante.
Los frentes abiertos en lo interno: migración, fentanilo, blanqueo de capitales, huachicol fiscal a gran escala, corrupción institucional, violencia criminal con el control territorial asociado, forman una masa crítica preocupante que es catalizada por la presión externa mediante la imposición de aranceles, lo que deja al gobierno mexicano con un margen de maniobra totalmente acotado.
Lo que sucede en el edén tiene un impacto nacional al más alto nivel, pero trasciende también las fronteras al otorgar un refuerzo al discurso, cada vez de mayor contundencia, sobre la corrupción en México.
La presión va en aumento y la realidad interna le añade ingredientes.
¿Acaso acudimos al principio de la implosión anunciada?