La famosa carta que el gobierno mexicano dio a conocer en días pasados en la que se pide ayuda por razones humanitarias para controlar el tráfico de fentanilo, ha desatado toda una serie de cuestionamientos, tanto sobre su pertinencia como sobre sus contenidos.
La petición de apoyo y cooperación niega, por una parte, que en México se produzca esa nociva y mortal droga, pero acepta, explícita y paradójicamente que tan sólo el año pasado fueron incautadas siete toneladas de ese producto y se destruyeron mil 383 laboratorios clandestinos en nuestro territorio, lo que significa un reconocimiento de los señalamientos que sobre el tema se han vertido por parte de autoridades y políticos de Estados Unidos.
Quizás la intencionalidad de la cuestionada misiva haya sido la de darle la vuelta precisamente a tales señalamientos a los que califica, entre otros epítetos, de falaces e irresponsables y que, al hacerla pública en la sesión matutina cotidiana, suma dos destinatarios más: el gobierno norteamericano y las voces críticas domésticas que han sugerido reiteradamente la tolerancia gubernamental con el crimen organizado.
La respuesta, dada a conocer por la portavoz del ministerio del exterior chino, implícitamente minimiza el asunto con una negativa sobre la exportación de fentanilo a México y de paso, enfatiza la responsabilidad que tienen Estados Unidos y nuestro país de hacerse cargo de su problema de salud.
Expertos diplomáticos han subrayado la ingenuidad epistolar del gobierno y la carencia de expertise en materia geopolítica y de política exterior, que más bien puede tener efectos negativos tanto en la ya tensa relación bilateral con el vecino del norte y que ahora podría subir a China al tren de la discusión.
El contenido de la polémica carta, por otra parte, con las virulentas expresiones sobre la “actitud absurda, manipuladora, propagandística y demagógica”, en un sector de la clase política estadounidense puede constituirse en un incentivo para subir de tono las amenazas que de manera abierta se han hecho sobre la iniciativa para calificar a las bandas criminales mexicanas como grupos terroristas y con ello abrir la puerta a la acción directa de tropas norteamericanas en territorio nacional para combatirlos.
Con ingenuidad o con la intencionalidad de hacer una carambola con el mensaje, cuyo destinatario real sería nuestro vecino, todo apunta a que la libertad de acción de las bandas delictivas continuará fortaleciéndose en tanto la estrategia seguida para la contención de la criminalidad y la violencia generada por ésta no cambie.
Esta percepción se fortalece si, como señalan personajes relevantes de la vida pública, la criminalidad formara parte de la estrategia electoral para 2024.
Ya veremos.
El autor es catedrático, analista político, consultor en estratégica, seguridad nacional y administración pública.