Circuló hace algunas semanas un vídeo en el que la próxima presidenta conversa con Altagracia Gómez Sierra sobre el nearshoring. Una pieza que reconoce lo fundamental que es para el país que la economía permanezca abierta a los flujos de inversión en un contexto geopolítico que nos favorece particularmente. En el video se introducen conceptos de responsabilidad empresarial con el medio ambiente, con los trabajadores, con el entorno, el énfasis necesario que da un gobierno de izquierda a un proyecto económico que se sustenta en el mercado.
El video, las conversaciones públicas recientes, y todo lo publicado sobre el nearshoring me produce un déjà vu nostálgico. Un retorno a la euforia de algunos grupos de la sociedad mexicana por lo que el TLC de Norteamérica representaría para el país. Y no puede haber ningún reproche a lo que el NAFTA y el T-MEC han dado a México: la promoción de un sector exportador impetuoso y de clase mundial, con salarios muy por encima del promedio y con una derrama importante para las regiones en el que se asientan. Muchas empresas hechas al amparo de la protección lograron ajustarse a las condiciones del mercado de la región o globales y hoy permiten que la economía tenga un piso de crecimiento.
La promesa del nearshoring hoy, como la del TLCAN hace 30 años, está sobredimensionada, permítanme afirmarlo. Porque a esta promesa la dotamos de un poder transformador que no tiene. En un escenario en el que se asientan las condiciones necesarias, habrá flujos de inversión que sin duda nos permitirán crecer, generar empleos, estar mucho mejor. Pero por sí mismo no hará que el país cambie. Exacerbará el panorama actual con islotes de éxito en el que hay crecimiento económico, fortalecimiento de capacidades de Estado, mejores servicios públicos, pero el océano que es el resto del país seguirá en el retraso, con desprecio a la ley, con capacidades de Estado muy débiles y con el acecho del crimen presente. Ya el TLCAN y el T-MEC nos dieron una lección: no hay osmosis entre estos mundos, hay fragmentación que se profundiza.
Por eso, cuando se plantea al nearshoring como la bala de plata, no queda más que pensar que no hemos aprendido la lección.
Por eso pienso, que el video al que hago referencia le hace falta una segunda parte. Una que nos explique cómo no vamos a repetir la historia. La explicación de un proyecto para vencer la fragmentación en nuestra sociedad. Es obvio que no querríamos las unanimidades de un régimen autoritario, sino los beneficios de una democracia con acceso a derechos para todos. Me refiero en concreto a terminar con la dualidad entre lo formal e informal, entre lo económico y social que tiene su espejo en lo político.
En la informalidad prevalece el arreglo político ad hoc, el clientelismo, el uso discrecional de la ley para dar e intercambiar favores e impunidad. En el mundo de lo formal hay más certezas respecto al acceso a derechos, la seguridad social y a la justicia. Es el México con pretensión a ser moderno frente al otro México que se mantiene en el atraso casi deliberadamente.
Pienso que el presidente López Obrador exacerbó esta fragmentación. Su discurso abrevó de ella, sus acciones profundizaron las diferencias entre un mundo y el otro, y sus reformas pendientes, de prosperar, dinamitarían esos islotes que parecen funcionar bien. Esa parte II del video nos la tiene que contar eventualmente la próxima presidenta o lo iremos descifrando con el transcurrir de sus primeros días de gobierno. Lo que es un hecho es que el país no se va a arreglar solo, aunque Tesla se localice en nuestro territorio y la inversión fluya. Se necesitan acciones deliberadas que estén cobijadas en un proyecto determinado a impulsar un siguiente paso en nuestra evolución. Ni AMLO ni sus antecesores lo quisieron o pudieron hacer. La parte II es la que nos va a definir como país.
Posdata
Celebro la conformación de la Comisión Independiente para la Igualdad con Justicia Social. Admiro y respeto a cada uno de sus integrantes. En una conversación con Santiago Levy hace algunos meses, entendí que ese gran proyecto de unir a nuestro país puede iniciar con una reforma fiscal, que garantice acceso universal a los derechos. No me refiero a transferencias, me refiero a derechos para todos. Mis parabienes a este grupo. Lo necesitábamos.