Según Our World in Data (OWID), desde la revolución industrial hemos visto dos grandes ciclos de globalización que han permitido a las economías nacionales integrarse en un sistema económico global. Se trata de un proceso de integración que ha resultado en un volumen del comercio que ha crecido más de dos mil veces en los dos últimos siglos.
La primera ola de globalización comenzó en el Siglo 19 y terminó con el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando las exportaciones mundiales como proporción del PIB global llegaron al 15% y cuando el declive del liberalismo y el auge del nacionalismo provocaron una gran conflagración y una caída del comercio internacional. Después de la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional creció de manera acelerada, llegando las exportaciones mundiales como proporción del PIB global a más del 50%.
Según OWID, el crecimiento del comercio a lo largo del Siglo 19 estuvo caracterizado por ser un comercio intra-europeo. Después de la Segunda Guerra Mundial, el comercio intra-europeo se recuperó superando los niveles de la primera ola de globalización. La primera ola de globalización se caracterizó por el comercio interindustrial, con los países exportando productos diferentes de los que importaban como máquinas inglesas por lana australiana. En la segunda ola de la globalización, se dio un auge del comercio intraindustrial de bienes similares.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, crecen los intercambios comerciales entre países ricos y países en desarrollo. Hoy en día, el comercio entre países en desarrollo es tan importante como el comercio entre países ricos. China ha sido un factor clave de esta dinámica. La expansión mundial del comercio terminada la Segunda Guerra Mundial fue impulsada por la reducción de los costos de transacción resultado de los avances tecnológicos como el desarrollo de las comunicaciones. Las últimas décadas han visto un incremento en el número de acuerdos comerciales preferenciales, siendo la mayoría de tales acuerdos entre economías en desarrollo.
Existe una correlación positiva entre crecimiento económico y comercio: países con altas tasas de crecimiento del PIB tienen altas tasas de crecimiento del comercio. Sin embargo, cuando un país se abre al comercio, sus precios internos cambian. Esto impacta a productores, consumidores y asalariados. Las teorías económicas predicen que hay ganadores y perdedores en un proceso de apertura. La distribución de las ganancias del comercio depende de lo que se consume o se produce y del tipo de empleo.
Los mercados laborales se ven afectados en los sectores que compiten con China, lo que incrementa el desempleo y reduce los salarios. La pérdida de empleos en sectores que se contraen va de la mano de la creación de nuevos empleos en sectores que se expanden, pero es difícil que quienes pierden su empleo consigan trabajo en otros sectores con tecnología diferente. El ajuste es costoso y conlleva frustración y disgusto, a la vez que los sectores ganadores se rehúsan a compensar a los que pierden.
Estamos ante un rechazo de la globalización alrededor del mundo por sus efectos negativos. Aunque el cambio tecnológico es un elemento más disruptivo que el comercio o la inversión, éstos suelen llevarse buena parte de la culpa. El regreso de Donald Trump es síntoma del descontento que existe mientras que los nacionalismos y proteccionismos arrecian por el mundo.
La gran pregunta es si serán necesario pasar por un periodo de destrucción como sucedió entre el inicio de la primera y el fin de la segunda guerra mundial para regresar a un nuevo ciclo globalizador, o si será posible aprender de las lecciones de la historia para fortalecer la cooperación internacional. La pregunta está en el aire.