Colaborador Invitado

La trampa que amenaza a las PyMEs del sector energético

Las empresas afectadas por la falta de pagos de Pemex deben entender que diversificar no significa aceptar lo primero que aparezca; diversificar significa elegir con rigor y con análisis claro.

Las PyMEs energéticas viven hoy una presión inusual: operan sin liquidez, con pagos retrasados y bajo una incertidumbre operativa que rebasa su capacidad de absorción. Pero el riesgo central no es esperar un nuevo contrato; el riesgo real es aceptar proyectos que comprometan la viabilidad futura de la empresa.

En su Comunicado No. 40, fechado el 28 de octubre de 2025, Pemex informó que mantiene 517 mil millones de pesos en facturas aceptadas. Sin embargo, expertos del sector estiman una cifra adicional cercana a 400 mil millones de pesos en trabajos realizados que aún no cuentan con reconocimiento formal. De ser así, el impacto sobre la liquidez de más de diez mil proveedores es evidente y revela un problema estructural: la dependencia extrema de un solo cliente.

De acuerdo con información de Achilles —a partir de datos de su propia plataforma— más del 60 % de los proveedores energéticos concentran la mayoría de sus ingresos en un solo pagador, y en numerosas PyMEs esa concentración supera el 70 %. Ese modelo, que fue funcional en épocas de estabilidad, hoy es una vulnerabilidad crítica. Y en ese entorno aparece el error más común: aceptar proyectos sin trazabilidad, sin solvencia verificable o sin un marco normativo claro.

El sector energético exige rigor. Un error técnico afecta un proyecto; un error normativo puede detener operaciones; pero un error reputacional puede cerrar el futuro de la empresa por completo. Las cadenas de suministro ya operan bajo estándares globales: listas de riesgo, criterios ASG, trazabilidad de accionistas y monitoreo reputacional. Achilles señala que su sistema revisa en tiempo real más de 2,800 listas internacionales —OFAC, FinCEN, DEA, entre otras—. Un proveedor puede no conocer plenamente a un socio, pero sus contratantes sí lo sabrán. Y cuando surge un señalamiento, la exclusión es inmediata.

Por ello, es indispensable subrayarlo: no toda oportunidad que surge en un contexto de crisis es una oportunidad real. No todo cliente puede sostener un contrato, y no todo proyecto compensa el riesgo de ejecutarlo. Las empresas afectadas por la falta de pagos deben entender que diversificar no significa aceptar lo primero que aparezca; diversificar significa elegir con rigor y con análisis claro. Exportar servicios no es un discurso optimista: exige procesos auditables y disciplina. Buscar otros mercados no implica abandonar al sector energético, sino reducir la vulnerabilidad de depender de un solo actor cuya volatilidad puede arrastrar a toda la empresa.

Achilles también reveló un punto relevante: más de 10 mil proveedores ya cuentan con parámetros verificables de integridad, gobernanza y desempeño. Pero pocos utilizan esa información para decidir con estrategia. La urgencia está sustituyendo a la evaluación, y ese es el corazón del problema. Ningún funcionario ni empresario puede perder de vista la importancia de evitar que actores sin trazabilidad o con señales de riesgo —legal, reputacional u operativa— se involucren en proyectos críticos.

A esto se suma un contexto adverso: la inversión de Pemex cayó casi 40 % entre 2024 y 2025. No habrá un retorno inmediato a la normalidad. Las PyMEs que sobrevivan no serán las que tomen más contratos, sino las que tomen mejores decisiones. Las que entiendan que la reputación pesa tanto como la liquidez. Las que prefieran rechazar un negocio dudoso antes que comprometer su futuro.

En un sector vigilado, volátil y expuesto a estándares internacionales cada vez más estrictos, la valentía no consiste en firmar cualquier contrato ni en aliarse con cualquiera. La valentía consiste en firmar solo aquellos proyectos que pueden sostenerse y resistir la presión de este momento. Esa línea, hoy, es la que separa la permanencia de la desaparición para miles de PyMEs energéticas en México.

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