Colaborador Invitado

Dos Méxicos: Unos mueren por enfermedades crónicas, otros de violencia

Mientras las enfermedades crónicas dominan la mortalidad en mayores de 65, los homicidios son la principal causa de muerte en la edad más productiva (15-44 años).

Los datos más recientes de mortalidad en México, publicados por el INEGI, dibujan un retrato complejo de nuestra salud como nación. A primera vista, las Estadísticas de Defunciones Registradas (EDR) de 2024 confirman una narrativa conocida y esperada: la consolidación de la transición epidemiológica. De las 819,672 defunciones totales, la gran mayoría son resultado de enfermedades no transmisibles.

Las tres principales causas de muerte en México -enfermedades del corazón, diabetes mellitus y tumores malignos- fueron los responsables de 400,203 fallecimientos. Es decir, casi la mitad (49%) de todas las vidas perdidas en el país se deben a estos padecimientos crónicos. Este es el perfil esperado de una nación que envejece. Los datos lo confirman: el 58% de todas las defunciones se concentran en el grupo de 65 años y más.

Este perfil de mortalidad define la principal demanda sobre nuestro sistema de salud: una necesidad creciente de atención de alta especialidad, tratamientos de largo plazo, infraestructura oncológica, cardiológica y geriátrica, enfermedades todas de alto costo para el sistema público de salud. Esta es la carga de morbilidad predecible y estructural de México.

Sin embargo, un análisis más profundo de las 10 principales causas de muerte revela una segunda narrativa, una que distorsiona y frena nuestro desarrollo.

Entre las causas de muerte en la población mexicana, se infiltran dos causas “externas”: los accidentes (quinto lugar nacional) y los homicidios (octavo lugar). En conjunto, estas dos causas junto con los suicidios suman el 10.4% de todas las muertes en el país. Significa que una de cada diez muertes no es por enfermedad.

Aunque a nivel nacional los homicidios son la octava causa de muerte, este dato oculta una disparidad de género extrema. Los datos epidemiológicos, muestran una crisis de salud pública casi exclusiva del sexo masculino. La tasa de homicidios en hombres fue de 46.4 por cada 100,000, mientras que para las mujeres fue de solo el 5.6. Esta tasa de 46.4 convierte a los homicidios en la quinta principal causa de muerte para toda la población masculina.

Pero el dato más contundente aparece al segmentar por edad. Para los hombres en el inicio y auge de su vida productiva -en los grupos de 15 a 44 años- los homicidios y los accidentes son, inequívocamente, la primera y segunda causa de muerte. En estos grupos, la violencia supera a la diabetes, a las enfermedades del corazón y a cualquier otra enfermedad.

Este fenómeno se define, en términos de salud pública y economía, como mortalidad prematura. Su impacto en el desarrollo del país es fundamentalmente distinto al de las enfermedades crónicas. Mientras una muerte a los 75 años por complicaciones cardíacas o neoplásicas (cáncer) representa el cierre de un ciclo de vida, una muerte a una edad joven (25-45 años) por violencia representa una pérdida catastrófica de capital humano.

Uno de los indicadores relevantes de esta pérdida de desarrollo económico para el país son los “Años de Vida Potencial Perdidos” (AVPP). Esta métrica da un peso inmensamente mayor a la muerte de un joven de 20 años que a la de un adulto mayor, pues mide la pérdida de productividad, innovación y contribución futura.

El informe “Health at a Glance 2025” de la OCDE es concluyente: la principal causa de Años de Vida Potencial Perdidos para los hombres en los países miembros no es el cáncer ni las enfermedades cardíacas; son las “causas externas” (violencia, accidentes y suicidios), que representan el 31% del total de la mortalidad prematura masculina. En contraste, para las mujeres, la principal causa de AVPP es el cáncer.

La violencia es, por tanto, el factor epidemiológico estructural que reduce drásticamente la esperanza de vida masculina y explica una porción significativa de la brecha de 5.6 años que México tiene con el promedio de la OCDE (75.5 años frente a 81.1).

México, por tanto, soporta una “doble carga epidemiológica” que genera una presión fiscal y de desarrollo inmensa. Por un lado, la carga predecible y creciente de una población que envejece demandando financiamiento sostenible para el cuidado crónico. Por otro, una epidemia de trauma agudo (violencia) que elimina a su capital humano más joven, demandando recursos de emergencia y, crucialmente, cercenando la productividad, la base fiscal y el crecimiento económico futuro.

Cualquier proyecto de nación, sea de salud pública, económico o de desarrollo, debe reconocer esta dualidad. Los datos del INEGI lo confirman: en México, la política de seguridad es, de manera inequívoca, una política de salud pública y de viabilidad económica a la que se debe prestar la debida atención. Ignorar la mortalidad prematura por causas externas es ignorar uno de los mayores frenos a nuestro desarrollo nacional.

Juan Manuel Lira

Juan Manuel Lira

Médico especialista y analista en salud

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