La inflación en México ha dado señales mixtas durante el segundo semestre de 2025. Si bien el índice general ha bajado y se mantiene por debajo del 4%, el núcleo —el que excluye los precios más volátiles y refleja las presiones más persistentes— sigue por encima del 4.2% y con tendencia ascendente. Y justo cuando parecía que Banxico podría concentrarse únicamente en medir el ritmo de su ciclo de recortes, el entorno fiscal y comercial cambió la conversación.
Hoy, el Banco de México enfrenta un nuevo triángulo de retos para diseñar su política monetaria:
(1) Una inflación que cerrará el año por arriba del 4%; (2) presiones fiscales derivadas del aumento en las cuotas del IEPS, y (3) la imposición de aranceles a productos importados desde países sin tratado comercial.
Ninguno de estos factores, por separado, es suficiente para impedir una postura monetaria flexible. Pero juntos, complican el panorama de forma considerable.
1. Inflación por encima de lo que marca el guion
Durante el año, la inflación general siguió una trayectoria en línea con lo esperado, aunque con menos fuerza en algunos rubros. Los precios de frutas, verduras y energéticos sorprendieron a la baja y eso ayudó a reducir el índice general de inflación. Pero el núcleo, especialmente los servicios como vivienda, alimentos preparados y educación, no ha cedido.
En Finamex revisamos recientemente nuestra proyección de inflación subyacente para diciembre 2025: la subimos de 4.25% a 4.32%. Esto no es trivial. En buena medida, la inflación subyacente es la que guía las decisiones del banco central, porque capta la inercia inflacionaria más allá de choques puntuales.
2. IEPS recargado: un enero con sobresalto
En el Paquete Económico 2026 se incluyó una actualización relevante al impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS), particularmente en productos como bebidas azucaradas, cigarrillos, energizantes y jugos. Además, se introdujo un nuevo impuesto de 1.5 pesos por litro a bebidas con endulzantes artificiales.
Esto importa porque enero es un mes clave en la trayectoria inflacionaria del año. Muchos ajustes se concentran en la primera quincena, y los impuestos al consumo tienen un efecto inmediato en los precios al consumidor. Según nuestras estimaciones, solo el nuevo IEPS podría añadir cerca de 30 puntos base al índice general en enero de 2026.
Es un golpe de una sola vez, sí, pero con implicaciones sobre el ritmo de desinflación y la manera en que Banxico evalúa la tendencia. Este tipo de choques fiscales no deben descartarse como irrelevantes: pueden alentar revisiones al alza en precios administrados o expectativas inflacionarias de corto plazo.
3. Aranceles fuera de tratado: un nuevo frente inflacionario
El tercer vértice del triángulo es el más incierto: la implementación de aranceles a productos importados de países con los que México no tiene tratados de libre comercio. Esta política fue anunciada como parte de una estrategia para proteger sectores estratégicos, pero su impacto inflacionario puede ser considerable.
Se trata de más de 1,400 fracciones arancelarias, con productos tan variados como ropa, electrodomésticos, cosméticos, papel higiénico, juguetes y autopartes. El rango de aranceles propuestos va de 35% a 50%. Si se implementan de forma amplia y se trasladan por completo al consumidor, podrían sumar hasta 75 puntos base a la inflación general de 2026.
Nuestro escenario base contempla un impacto intermedio: alrededor de 55 puntos base adicionales a la inflación, concentrados en bienes no alimentarios, principalmente durante la primera mitad del próximo año. Esto implicaría que el índice de precios se mantendría por encima del 4% durante todo 2026, incluso si los componentes volátiles se comportan de forma benigna.
¿Qué puede hacer Banxico?
La postura de Banxico se ha mantenido prudente. Aun con la reciente desaceleración del índice general, la Junta de Gobierno ha señalado que la inflación subyacente es la variable clave, y que no hay condiciones para acelerar el ciclo de recortes. Tras la decisión de noviembre, se mantiene el escenario de una baja de 25 puntos en diciembre. Pero más allá de eso, el margen de maniobra se estrecha.
El problema no es tanto el nivel actual de inflación, sino la combinación de choques esperados que podrían alentar una pausa más prolongada en el ciclo de flexibilización. El banco central tendrá que navegar entre una inflación subyacente resistente, un repunte por IEPS y aranceles, y un contexto internacional todavía incierto, donde el diferencial de tasas con la Fed sigue siendo un ancla para el tipo de cambio.
Un ciclo con curvas
La historia monetaria de los próximos meses no será una de descensos constantes, sino de pausas, revisiones y ajustes. El “aterrizaje suave” no solo depende de que la inflación baje, sino de que baje por las razones correctas. Mientras los precios volátiles sigan ayudando y no haya efectos de segundo orden por IEPS y aranceles, Banxico podrá seguir bajando tasas con cautela.
Pero si el triángulo inflacionario se cierra —inflación persistente, choques fiscales y presiones externas—, entonces el camino hacia una postura neutral será más sinuoso de lo que hoy parece.
