Colaborador Invitado

Turismo + naturaleza + ciencia: el nuevo triángulo de valor para Quintana Roo

El nuevo modelo no busca sustituir al turismo tradicional, sino darle profundidad, ética y futuro.

Secretario de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo.

Quintana Roo no puede entender su futuro sin hablar de turismo. Pero hoy, el turismo tampoco puede entenderse sin hablar de medio ambiente. Durante décadas, la base de nuestra economía ha sido el atractivo natural incomparable del Caribe mexicano: mares turquesa, selvas, cenotes y una biodiversidad que sostiene millones de vidas y empleos. Ese modelo nos permitió crecer, pero también nos mostró sus límites.

El volumen de visitantes, la expansión urbana y la presión sobre los ecosistemas nos obligan a hacernos una pregunta incómoda pero necesaria: ¿cómo pasamos de un turismo que consume naturaleza a un turismo que la cuida y la financia?

De acuerdo con el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), en 2024 el sector de Viajes y Turismo aportó cerca de 10.9 billones de dólares a la economía mundial, aproximadamente el 10 por ciento del PIB global, y sostuvo más de 357 millones de empleos, es decir, uno de cada diez trabajos en el planeta.

A la par, el mismo organismo estima que el sector representa alrededor del 6.5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que confirma que la sostenibilidad ya no es un tema accesorio, sino el núcleo del nuevo paradigma turístico. Según un reporte reciente de Booking.com, el 75% de los viajeros a nivel mundial expresa el deseo de viajar de forma más sostenible en los próximos meses.

Esto no es una tendencia, es una transformación de fondo: el turista global ya no solo busca playa y sol, busca coherencia ambiental y experiencias auténticas que generen impacto positivo.

En este contexto, el Caribe Mexicano no es una nota al margen: es el corazón turístico de México y uno de los destinos más visitados del mundo. De acuerdo con datos estatales, la entidad recibió 20.9 millones de turistas en 2024, con una ocupación hotelera promedio de 74.7%. Solo entre enero y julio de 2025, el Caribe Mexicano registró más de 12 millones de visitantes, dos tercios provenientes del extranjero. Estados Unidos, México y Canadá encabezan los mercados emisores, y el flujo de turistas canadienses ya supera los 700 mil pasajeros en lo que va del año. Estos números reflejan el dinamismo del sector, pero también la presión que enfrentan nuestros ecosistemas costeros, selvas y arrecifes, que sostienen directa o indirectamente el bienestar de más de dos millones de personas.

Más del 30% del territorio de Quintana Roo se encuentra hoy bajo alguna figura de protección ambiental. Este hecho no debe verse como un límite al desarrollo, sino como un activo estratégico y diferencial frente a otros destinos del mundo. Las áreas naturales protegidas fortalecen nuestra resiliencia climática, salvaguardan el Sistema Arrecifal Mesoamericano y garantizan servicios ambientales indispensables como el agua, la protección costera y la captura de carbono. En paralelo, el estado impulsa su Plan Estratégico de Desarrollo Sostenible 2025–2050, que integra acciones de ordenamiento ecológico, economía circular, energías limpias y educación ambiental como ejes transversales del desarrollo.

Frente a los nuevos retos —como la llegada masiva de sargazo, la erosión costera o la pérdida de biodiversidad— no podemos seguir haciendo más de lo mismo. Por eso en Quintana Roo estamos construyendo un nuevo modelo de desarrollo basado en un triángulo de valor: turismo, naturaleza y ciencia. Apostamos por un turismo que se nutre del conocimiento científico y que, a su vez, financia la conservación. Impulsamos esquemas de turismo de naturaleza y turismo científico en los que investigadores, comunidades y visitantes colaboran activamente en monitoreo de arrecifes, restauración de manglares y proyectos de educación ambiental. Queremos que cada visitante que llegue a nuestras costas se lleve no solo una fotografía, sino una conciencia.

En colaboración con instituciones nacionales e internacionales, avanzamos hacia un modelo donde la ciencia sea parte esencial de la experiencia turística. Un ejemplo es el desarrollo del Centro Integral de Saneamiento y Economía Circular, que busca transformar el sargazo y otros residuos costeros en bioproductos, reduciendo presiones ambientales y generando empleos verdes. Además, fortalecemos alianzas con países socios, como Canadá y la Unión Europea, para promover inversión responsable, innovación y transferencia de tecnología ambiental.

Nada de esto será posible sin la participación de todos los sectores. A las instituciones, este cambio nos exige decisiones basadas en evidencia, coordinación intergubernamental y transparencia. A las empresas, las reta a invertir en eficiencia energética, manejo responsable de residuos, transporte limpio y certificaciones ambientales. Y a la ciudadanía, le pide involucrarse y reconocer que el bienestar colectivo depende de la salud del entorno.

El nuevo modelo no busca sustituir al turismo tradicional, sino darle profundidad, ética y futuro. Quintana Roo tiene hoy la oportunidad de demostrar que es posible crecer sin destruir, innovar sin desplazar y prosperar sin agotar. Turismo, naturaleza y ciencia son más que palabras: son la hoja de ruta de una generación que entiende que cuidar la naturaleza no frena el desarrollo, lo garantiza.

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