Colaborador Invitado

El gatopardismo político en México

Los cambios democráticos en México han sido el resultado de una intensa lucha política y de una batalla ciudadana que nos honra y enaltece como país civilizado. La transición democrática y la alternancia del poder han sido un hecho trascendente.

La democracia es el mejor sistema político. A pesar de sus muchas deficiencias e imperfecciones permite expresar con libertad, en las urnas, la voluntad popular.

Los cambios democráticos en México han sido el resultado de una intensa lucha política y de una batalla ciudadana que nos honra y enaltece como país civilizado. La transición democrática y la alternancia del poder han sido un hecho trascendente.

El hartazgo político votó por el cambio. Morena y López Obrador proclamaron una transformación verdadera. Así lo dijeron una y otra vez y no engañaron a nadie. Denunciaron, por doquier, la corrupción, la ineptitud y el abandono de los pobres por parte de los gobiernos priistas y panistas.

La democracia garantiza la alternancia y legitima al sistema. Cada gobierno es diferente al imprimir su sello al ejercicio político, a través de sus programas y proyectos. Las nacionalizaciones, las expropiaciones y las privatizaciones se realizaron sin modificar de fondo al sistema político mexicano.

Era la marca del PRI, el péndulo famoso con el que, aun siendo del mismo partido, cada administración era diferente. A pesar de todos los cambios, unos más profundos que otros, el sistema subsistió. En realidad, lo que estamos viviendo con la 4T es una variación dentro del mismo sistema. No hay transformación del régimen. Cambiar para seguir igual. El gatopardo aullando en la loma.

Veamos en la práctica algunas semejanzas con el nacionalismo revolucionario y con el neoliberalismo. El Ejecutivo por encima del poder Legislativo y del Judicial. El PRI, el PAN y sus aliados sufrieron este síndrome. Además, determinaban las candidaturas a los puestos de elección popular y miembros destacados de esos partidos nombraban jueces y magistrados. Ahora, los nuevos políticos hacen lo mismo. No hay gran diferencia con los gobiernos anteriores.

Al igual que en el pasado, el gobierno de la 4T, buscando permanencia y continuidad, utiliza los programas sociales y la estructura oficial para lograr su propósito. Esa película ya la vimos. Recordemos «la caída del sistema» y, posteriormente, la elección de 2006.

La corrupción y la impunidad, como nunca. Se combaten sólo en el discurso. Segalmex y el huachicol fiscal, los robos del siglo. La inseguridad, aun con avances y una nueva estrategia, sigue siendo el gran problema nacional. La violencia sigue a la orden del día. Lamentables los asesinatos de Alejandro Torres Mora, líder de los limoneros de Michoacán; de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan; y de varios alcaldes más de diversas entidades federativas. Una verdadera encrucijada, desafío y reto para la actual administración. Entonces, ¿dónde están el cambio y la diferencia?

La polarización política, única. Desprecio a la oposición y a la idea de que es inexistente y «no representa nada».

Morena no va a destruir al sistema político mexicano. Es parte del mismo. Es un episodio más, muy parecido a los años setenta, un regreso al pasado con signos de modernidad, como su apoyo al Tratado de Libre Comercio. Que nadie se asuste. El poder es transitorio y efímero. El PRI se fue, el PAN se fue y Morena se irá, es cuestión de tiempo.

No convirtamos la política en un almácigo de agravios personales y colectivos. El cambio de gobierno es resultado de la voluntad popular y hay que acatarlo con responsabilidad. La oposición no está muerta ni tiene tiro de ala. La oposición no son sólo los partidos políticos, sino también una gran parte de la sociedad: obreros, campesinos, empresarios, clases medias, políticos y diversas organizaciones sociales.

Morena es un movimiento en transición. La lápida del pasado lo está asfixiando. La realidad los está alcanzando. La presidenta Sheinbaum, con gran aceptación en las encuestas nacionales, enfrenta graves y delicados problemas. Los programas sociales tienen muy buena aceptación, pero los otros temas —salud, seguridad, combate a la corrupción y crecimiento económico— presentan altos porcentajes de inconformidad.

Son tiempos de reacomodo de las fuerzas internacionales, con impactos directos en la vida interna del país. La presidenta debe fortalecer su liderazgo para poder consolidar su gobierno. Sin restablecer el Estado de derecho y garantizar la seguridad nacional, no hay posibilidades de éxito en la encomienda política.

Roberto  Albores Guillén

Roberto Albores Guillén

Exgobernador de Chiapas

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