Colaborador Invitado

El moño rosa y la cruda realidad del cáncer de mama en México

Un 60-70% de los casos, se diagnostican en etapas avanzadas, cuando las posibilidades de curación disminuyen drásticamente, los tratamientos se vuelven más agresivos y menos efectivos, y el sufrimiento físico y emocional se intensifica.

Octubre se tiñe de rosa, un mes dedicado a la concientización sobre el cáncer de mama. Vemos moños, edificios iluminados y campañas, pero para muchas mujeres esta simbología choca brutalmente con una realidad desesperante.

“¿De qué sirve su hermoso moño rosa si no tenemos tratamiento? [...] no hay medicinas, no hay doctores [...] no hay trato digno”. Fue el grito de Sandra, paciente con cáncer de mama, protestando en el Hospital General Regional 270 del IMSS en Reynosa, Tamaulipas. ¿Este caso es solo una anécdota que se hizo viral en las redes sociales? o bien, ¿es la dolorosa voz de una crisis sistémica, un eco de la angustia que viven miles de mujeres en México? Este reclamo, es necesario analizarlo con los datos objetivos.

El cáncer de mama es la principal causa de muerte oncológica en mujeres mexicanas. Anualmente cobra la vida de más de 7,800 de ellas. Basado en el análisis de registros institucionales, en el IMSS existe una tendencia general de crecimiento en las defunciones en los últimos 15 años. En el 2023 el número de muertes por cáncer de mama fue de 3286, un incremento del 129% con relación al 2010 cuando hubo 1431.

La raíz profunda de esta tragedia es la detección tardía. Un 60-70% de los casos, se diagnostican en etapas avanzadas (III y IV). En estas fases, las posibilidades de curación disminuyen drásticamente, los tratamientos se vuelven más agresivos y menos efectivos, y el sufrimiento físico y emocional se intensifica.

Esta tardanza tiene un costo brutal en vidas perdidas y recursos financieros. El sector salud público destina anualmente más de 3,000 millones de pesos a la atención de esta enfermedad, una cifra que refleja solo una parte del impacto económico total. Tan solo en 2024, el IMSS gastó 3,284 millones de pesos por la atención médica de cáncer de mama en 56,808 pacientes, según consta en su propio Informe sobre la Situación Financiera de la Institución.

El costo promedio por tratamiento escala dramáticamente con la etapa: mientras un caso detectado a tiempo puede rondar los 180,000 pesos anuales, uno en etapa avanzada supera los 450,000 pesos, sin contar las terapias innovadoras o los cuidados paliativos prolongados.

“No hay medicinas, no hay doctores”, es una queja que refleja nudos críticos en la cadena de suministro de medicamentos, y en la formación y distribución de especialistas que el sector salud ha enfrentado por años.

La falta de especialistas agrava la crisis. Los datos del propio IMSS en 2023 revelan una densidad preocupantemente baja: apenas 1.3 oncólogos médicos y 0.8 quirúrgicos por cada 100 mil derechohabientes adscritos a una Unidad de Medicina Familiar (UMF). Cifras por debajo de las recomendaciones internacionales que sugieren que en países como México debe ser al menos 2 por cada 100 mil habitantes (EEUU tiene 16.1 por cada 100 mil), lo que se traduce inevitablemente en largas esperas para consulta, la dificultad para un seguimiento adecuado y los retrasos en el inicio de tratamientos vitales.

Por lo que respecta a la cobertura nacional de mastografía, esta continúa siendo insuficiente, no solo en esta administración si no desde administraciones pasadas (lejos del 70% recomendado internacionalmente, apenas alcanzando quizás un 20-30% del grupo objetivo). El autocuidado y la información que promueven algunas campañas son herramientas valiosas, pero impotentes si el sistema no responde con agilidad y recursos.

Pero no todo parece ser desesperanza. Se reportan esfuerzos institucionales por mejorar la oportunidad; cifras oficiales del IMSS, por ejemplo, indican una reducción en el promedio de días para iniciar tratamiento a 37.5 días cuando en enero del 2023 era de 66.2 días. Testimonios como el de Sandra sugieren que la experiencia a nivel de paciente aún enfrenta barreras significativas que estas estadísticas promedio podrían no capturar completamente.

El moño rosa exige acciones concretas y urgentes: asegurar el abasto continuo de medicamentos oncológicos, implementar estrategias agresivas para formar y contratar más especialistas (particularmente en regiones rezagadas), fortalecer la infraestructura diagnóstica (mastógrafos y personal capacitado para interpretarlos) y, sobre todo, garantizar rutas de atención expeditas, eficientes y profundamente humanas.

La experiencia de Sandra resuena como una verdad tristemente respaldada por datos objetivos contundentes. Es momento de invertir decididamente en lo que salva vidas y, a la larga, ahorra recursos: la prevención de factores de riesgo, la detección oportuna y un tratamiento eficaz y digno.

Juan Manuel Lira

Juan Manuel Lira

Médico especialista y analista en salud

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