Cada 16 de octubre el mundo refrenda que la alimentación es un derecho humano inalienable. En este Día Mundial de la Alimentación 2025 —bajo el lema “Mano a mano por unos alimentos y un futuro mejores”—, nos convoca una reflexión profunda: no basta con garantizar el acceso a alimentos; debemos garantizar que esos alimentos no nos perjudiquen. En particular, urge poner sobre la mesa un tema silencioso, pero letal: el plomo presente en la loza, los utensilios, los condimentos y los propios alimentos que consumimos.
El riesgo latente del plomo en alimentos y utensilios
El plomo es un metal pesado acumulativo para el organismo, y no existe un nivel seguro de exposición. La Organización Mundial de la Salud lo vincula con más de 1.5 millones de muertes anuales, principalmente por enfermedades cardiovasculares. Investigaciones más amplias estiman que, globalmente, ese número podría llegar hasta 5.5 millones de muertes cada año, lo que convierte al plomo en uno de los contaminantes más mortíferos que enfrentamos.
A nivel mundial, muchos alimentos, especias y condimentos contienen trazas de plomo sin que las personas lo sepan. Por ejemplo, en estudios de muestreo de mercado, se ha encontrado que 52 % de los utensilios metálicos y 45 % de la loza cerámica exhiben niveles de plomo superiores a los límites de referencia sanitarios. En países de ingresos medios y bajos, aproximadamente un tercio de los niños presentan niveles elevados de plomo en la sangre.
El origen de esta contaminación es diverso: suelos y aguas contaminadas por residuos industriales, uso histórico de plomo en pinturas y combustibles, prácticas artesanales sin control sanitario, e incluso adulteraciones en especias con pigmentos de plomo para realzar color. La regulación y el monitoreo representa un gran reto en muchos países, lo que permite que esta amenaza permanezca oculta en la cadena alimentaria.
El caso de México: canasta básica con plomo
Un estudio reciente realizado por la Universidad Iberoamericana, en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública, el Instituto Nacional de Rehabilitación y Pure Earth México, evaluó 103 alimentos, bebidas y especias de alto consumo entre la población mexicana. Los resultados mostraron que 18 % de ellos tenían valores detectables de plomo.
Entre los productos afectados se encuentran alimentos clave de la canasta básica mexicana: arroz, trigo, soya, cúrcuma, pimienta, chile guajillo, embutidos (como jamón y salchichas), dulces de tamarindo y alimentos para bebés. En algunos casos, los niveles detectados superaron los límites permitidos por la FAO/OMS (0.20 mg de plomo por kilogramo de producto).
Además, el mismo grupo de investigación examinó piezas de loza y cerámica vidriada (antes y después de aplicar métodos tradicionales de curado), y constató la presencia de plomo en todas las piezas analizadas. Esto confirma que nuestra loza doméstica —tan usada para cocinar y servir— puede ser una fuente directa de contaminación alimentaria.
Estas cifras no son meras estadísticas: representan la exposición diaria de millones de mexicanas y mexicanos. El hecho de que alimentos básicos estén contaminados implica que el derecho a una alimentación segura está lejos de cumplirse en muchos hogares.
Consecuencias para la salud y población más vulnerable
La exposición acumulativa al plomo tiene efectos devastadores, especialmente en niños y mujeres embarazadas. En la infancia, influye en la pérdida de coeficiente intelectual, dificulta el aprendizaje, altera el comportamiento y puede generar daños neurológicos irreversibles. En adultos, incrementa el riesgo de hipertensión, daño renal, enfermedades cardiovasculares y complicaciones en el sistema reproductivo. En gestantes, el plomo acumulado en los huesos puede liberarse al torrente sanguíneo y atravesar la placenta, afectando el desarrollo del feto y elevando riesgos de parto prematuro o bajo peso.
Propuestas para una acción concreta
Para avanzar hacia una alimentación libre de plomo, proponemos:
1. Eliminar el uso de esmaltes con plomo en la producción de artesanías de barro vidriado, promoviendo alternativas seguras y certificadas.
2. Impulsar programas de capacitación para artesanos y productores locales, que incluyan técnicas de vitrificación sin plomo y control de calidad.
4. Implementar programas de monitoreo comunitario para detectar plomo en alimentos, agua y utensilios, especialmente en zonas rurales y comunidades indígenas.
5. Promover la transparencia y comunicación pública, de modo que las familias conozcan los riesgos y adopten medidas preventivas.
6. Articular alianzas multisectoriales entre gobierno, academia, sociedad civil y sector productivo, haciendo valer el lema del día: trabajar mano a mano por unos alimentos y un futuro mejores.
Hoy, mano a mano por unos alimentos y un futuro mejores, levantemos la voz por una alimentación digna, segura y libre de toxinas.