México y Nueva Zelandia están más cerca de lo que parece. A miles de kilómetros de distancia, pero unidos por una visión común: apostar por el talento, la innovación y la sostenibilidad como motores del crecimiento económico.
Hoy, México es el principal socio comercial de Nueva Zelandia en América Latina, con un intercambio bilateral que supera los 1200 millones de dólares neozelandeses. Más allá de la cifra, esa relación se traduce en una alianza estratégica que impulsa tecnología, empleos y conocimiento en sectores de alto valor como la refrigeración comercial, la agroindustria y la manufactura avanzada.
Un ejemplo concreto de esta colaboración es AoFrio, empresa neozelandesa líder global en tecnología IoT para la refrigeración comercial, que acaba de inaugurar su Innovation Center en Querétaro. Este nuevo espacio es mucho más que una oficina: es un laboratorio de ideas y tecnología donde el talento mexicano trabaja de la mano con equipos globales para desarrollar soluciones inteligentes que están redefiniendo la industria.
Desde Querétaro, ingenieras e ingenieros mexicanos participan en la creación de sistemas que integran hardware, software y analítica de datos para optimizar la gestión de activos, mejorar el mantenimiento, reducir el consumo energético y acelerar la transición hacia operaciones más sostenibles.
La decisión de AoFrio de invertir en México no es casualidad. El país ofrece una combinación única de talento técnico, ubicación estratégica, infraestructura y visión industrial, convirtiéndose en un punto clave dentro del ecosistema global de innovación.
Pero lo más valioso de esta relación entre Nueva Zelandia y México va más allá de los números o la tecnología. Se basa en valores compartidos: sostenibilidad, colaboración y compromiso con el desarrollo responsable. Ambas naciones entienden que el futuro de la industria no depende solo de las máquinas, sino de las personas que las diseñan, las perfeccionan y las conectan con propósito.
El Innovation Center de AoFrio en Querétaro es prueba tangible de cómo la cooperación internacional puede transformarse en motor de progreso, talento y competitividad.
Una muestra de que México no solo ensambla tecnología: también la imagina, la desarrolla y la exporta al mundo.
En una era donde la innovación marca el ritmo de la economía global, alianzas como la de México y Nueva Zelandia nos recuerdan algo fundamental: la distancia geográfica puede ser grande, pero cuando hay una visión compartida de futuro, el camino hacia la colaboración se vuelve más corto que nunca.