Entendida como un elemento legitimador y “herramienta” de la gobernabilidad, la narrativa de la 4T se ha desdibujado de manera tan acelerada como proporcional al surgimiento de escándalos relacionados con la corrupción desde las esferas del poder político y gubernamental. Quien está pagando la cuenta, muy cara, por cierto, es la titular del Ejecutivo.
De un sexenio a otro se pasó de una narrativa que era reconocida incluso por los propios opositores como firme y consistente a una narrativa ciento por ciento reactiva. De hecho, el viraje es considerado por muchos dentro de Morena como un retroceso para otros un fracaso.
Cierto es que la mayoría de los escándalos de por parte de funcionarios y políticos de la 4 Transformación fueron anidados en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador -huachicol fiscal; connivencia entre funcionarios con el crimen organizado, uso ilícito de recursos públicos entre otros-, y hoy le han estallado a la presidenta dinamitando su propio discurso de continuidad del proyecto de la 4T.
La comunicación institucional se ha convertido en un desmentido permanente sobre los escándalos que se suceden casi a diario. Y no es contención, es reacción, lo que deja a la narrativa institucional en un segundo o tercer plano.
Sin embargo, no todo el problema surge del pasado inmediato. En el actual gobierno la narrativa ha sido vacilante, inconsistente, sin dirección fija. Si bien esa parece ser la estrategia, no enfrascarse en problemas heredados del sexenio anterior, y mucho menos profundizar en ellos, en el día a día de la comunicación gubernamental se aprecian determinaciones reactivas que no suman a una identidad propia.
El Segundo Piso de la 4 Transformación es reacción, no propuesta..
Se dice que las narrativas en el ejercicio del poder sirven para resignificar el pasado y el presente, pero sobre todo para “moldear” cambios estructurales de la sociedad frente a nuevos derroteros políticos y sociales. Esto no está ocurriendo en la administración actual, por el contrario, se genera una confusión que solo abona al fortalecimiento de ciertos grupos al interior del morenismo y azuza a otros a actuar de cara a las indefiniciones en los asuntos sustanciales.
Ejemplos.
1.- La manera en que se reculó frente a los casos de presunta corrupción de Adán Augusto López, aún dirigente senatorial y “hermano” político del expresidente, no solo envió señales que debilitan la fortaleza del discurso anticorrupción, sino que habla, abiertamente, de una declinación a construir una identidad propia del actual gobierno en momentos claves de las definiciones internas y externas.
Algunos sectores y representantes del morenismo más siniestro han interpretado este titubeo como una “patente de corzo”, para hacer y deshacer, robar, timar, mentir, enriquecerse a costa del erario, a sabiendas que no se actuará en absoluto en nada que debilite a la 4T y le otorgue armas a los detractores internos y externos.
2.- El control del partido MORENA. Los actos de Andy López Beltrán, secretario de Organización e hijo del expresidente López Obrador, lo colocaron en el filo de la navaja, a un paso de que se hundiera en las consecuencias de sus propios actos.
Pero al mantenerlo en el cargo político-electoral, bastión real en la toma de decisiones de las candidaturas de las elecciones que habrá en el 2027 en 17 estados de la República y para la renovación de la Cámara de Diputados, no solo debilitó el discurso y la narrativa de cero impunidad, sino que azuzó al grupo político de “Andy”, que actúa no solo con impunidad, sino con gran ausencia de valores.
3.-El Huachicol sin castigo. El tema del huachicol fiscal es el némesis de la narrativa del actual gobierno. Corrupción, abuso de poder, complicidad de Estado, connivencia entre Estado y crimen organizado, impunidad política y muchos males e ilícitos más, encierra ese tema de la agenda nacional, por cierto, el que más quema a la actual administración y del que menos se ha sabido en nuestro territorio por lo que respecta a la aplicación de la ley.
La narrativa oficial pasó, de un sexenio a otro, de ser consistente, firme, embelesadora y penetrante, a una línea de acción reactiva, donde el discurso institucional se ha centrado, no en proponer, no en anunciar, sino en desmentir y negar todo lo que la 4T tuerce, hace y deshace, en nombre del movimiento de López Obrador. ¿Y la presidenta?