Colaborador Invitado

Y si el planeta sube cinco grados: la urgencia de una agenda de adaptabilidad

El Mediterráneo se convertiría en un semidesierto, buena parte de México enfrentaría olas de calor superiores a 50°C y regiones como el Caribe serían inhabitables durante buena parte del año por la combinación de calor y humedad extrema.

Secretario de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo.

La pregunta ya no es si el cambio climático está ocurriendo, sino qué pasará cuando los termómetros crucen límites que antes creíamos impensables. Cinco grados más pueden parecer poco cuando pensamos en la temperatura ambiente, pero a escala planetaria esa cifra es devastadora: implicaría una transformación total de la vida tal y como la conocemos.

Un aumento global promedio de cinco grados significa, según los modelos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), un colapso en cascada de ecosistemas, una crisis alimentaria estructural y la reconfiguración de ciudades enteras. Las zonas costeras —donde habita el 40% de la población mundial— quedarían parcialmente inundadas. El Mediterráneo se convertiría en un semidesierto, buena parte de México enfrentaría olas de calor superiores a 50°C y regiones como el Caribe serían inhabitables durante buena parte del año por la combinación de calor y humedad extrema.

La era de la adaptación

Hasta hace poco, la política climática giraba en torno a la mitigación: reducir emisiones, cambiar la matriz energética, apostar por la movilidad eléctrica. Pero la realidad ha superado la planificación. Las ciudades ya están enfrentando fenómenos para los que no estaban diseñadas: lluvias torrenciales en zonas áridas, huracanes fuera de temporada, sequías en regiones agrícolas históricas.

Por eso, el debate más urgente es el de la adaptabilidad. Es decir, cómo hacer que las urbes, las economías y las infraestructuras sean capaces de resistir —y recuperarse— frente a lo que viene. En términos económicos, adaptarse es ahora tan prioritario como reducir emisiones.

Ciudades que se preparan para sobrevivir

Algunas metrópolis ya actúan bajo esta lógica.

• Rotterdam, en Países Bajos, ha convertido sus plazas públicas en parques que se inundan de forma controlada para evitar desbordamientos.

• Singapur invierte más del 2% de su PIB anual en resiliencia hídrica: sistemas de captación, embalses urbanos y techos verdes.

• En Miami, se elevan calles y carreteras completas ante el aumento del nivel del mar, con inversiones superiores a los mil millones de dólares.

• En Ciudad de México, comienzan a explorarse proyectos de “infraestructura verde”: techos solares, muros bioclimáticos y sistemas de drenaje pluvial que funcionen con gravedad ante cortes eléctricos.

Son medidas que hace una década se consideraban futuristas. Hoy son el mínimo indispensable para garantizar la continuidad de la vida urbana.

El costo de no adaptarse

El Banco Mundial estima que cada dólar invertido en resiliencia urbana evita entre 4 y 7 dólares en pérdidas económicas futuras. Es una ecuación tan sencilla como ignorada. Sin infraestructura adaptativa, las ciudades se vuelven vulnerables no solo al clima, sino también al colapso de servicios esenciales: agua, salud, transporte y energía.

Las aseguradoras lo saben bien: en la última década, los desastres naturales han generado pérdidas económicas por más de 3.6 billones de dólares, y la tendencia es creciente. De hecho, Fitch Ratings advierte que, sin inversión en infraestructura climática, la calificación crediticia de algunos países podría verse afectada.

El desafío para México

México no es ajeno a esta realidad. Los huracanes cada vez más intensos, el estrés hídrico que afecta al norte industrial y la vulnerabilidad del sur ante la subida del mar son señales claras.

Sin embargo, la agenda de adaptabilidad aún no tiene el mismo peso que la energética o la de mitigación. Se necesitan presupuestos específicos, planeación de largo plazo y una coordinación interinstitucional real, que incluya vivienda, salud, movilidad, agua y seguridad.

El cambio climático no es un fenómeno ambiental: es una crisis económica, social y de infraestructura. Y mientras más tardemos en asumirlo, más caro será reconstruir.

La nueva ecuación del desarrollo

El futuro de las ciudades no dependerá solo de cuánto crezcan, sino de cuánto resistan. Adaptarse no es rendirse ante el cambio climático; es reconocer que el futuro ya llegó y que sobrevivir —en un planeta cinco grados más caliente— será el mayor desafío de nuestra generación.

Óscar Rébora

Óscar Rébora

Secretario de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo

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