Colaborador Invitado

¿Quién firma cuando escribe la máquina?

La IA puede ser prótesis de la creatividad: al principio ayuda, luego acostumbra y finalmente sustituye. El escritor que delega todo, deja de ser autor para volverse simple operador.

“El algoritmo redacta, pero no piensa; la responsabilidad de cada palabra sigue siendo humana”.

—Inspirado en Hannah Arendt

La IA ya no solo corrige, también redacta. Y entonces surge la pregunta incómoda: ¿a quién pertenece un texto escrito a medias con un algoritmo? En tiempos donde la confianza y la autenticidad son capital social, el reto del autor no es solo escribir, sino hacerse responsable de cada palabra.

La vida estratégica exige decidir con lucidez cómo proyectamos nuestra voz en el mundo. La tecnología acelera la productividad y la toma de decisiones, y uno de los ámbitos más sensibles a esa transformación es la escritura. Ya no se trata únicamente de qué escribimos o para quién, sino también de con qué herramientas y bajo qué principios lo hacemos.

Para quienes creemos en el poder de la palabra como acto formativo y creativo, la irrupción de la inteligencia artificial plantea dilemas hondos. No se trata de demonizar la tecnología, sino de recordar que, al final, lo que importa es la responsabilidad del autor.

1. El fin del autor solitario. Durante siglos, escribir fue un acto íntimo. El escritor se enfrentaba a una página en blanco y, desde su experiencia y su sensibilidad, levantaba un mundo de ideas. Hoy esa página ya no está vacía: la IA puede sugerir, corregir y hasta crear en nuestro lugar. Eso abre un dilema: ¿puedo seguir llamándome autor si delego la redacción en una máquina? ¿Qué queda de mi estilo, de mi voz personal?

2. Transparencia: ¿debo decir que usé IA? Una columna, un discurso o, incluso, un libro pueden escribirse hoy con apoyo algorítmico. Lo inquietante no es el uso de estas herramientas, sino el silencio que las rodea. ¿Debe el lector saberlo? ¿Deberíamos incluir un disclaimer o una firma compartida? Algunos sostienen que lo que importa es el mensaje y no el medio; otros ven en el ocultamiento un fraude intelectual. Este dilema toca la fibra de la confianza, un recurso cada vez más escaso.

3. Dependencia y atrofia creativa. La IA puede ser prótesis de la creatividad: al principio ayuda, luego acostumbra y finalmente sustituye. El escritor que delega todo, deja de ser autor para volverse simple operador. Parafraseando a Carlos Llano: la libertad no es solo elegir, sino autodeterminarse al bien. Eso aplica también al escribir, si dejamos de ejercitar la mente, perdemos la voz propia. El talento, como el músculo, se fortalece con el uso.

4. Contenido sin conciencia. La IA genera textos, pero no los comprende. Puede escribir sobre lo emocional, lo delicado o lo polémico sin conciencia alguna. Copiar y pegar sin filtrar ni revisar es irresponsable. No basta con que el texto esté bien redactado: debe estar bien pensado y bien intencionado. La IA no tiene juicio moral, esa tarea es indelegable.

5. ¿Qué intención me guía? La IA ayuda a escribir, pero no puede responder a la pregunta esencial: ¿para qué escribimos? Informar, conmover, provocar, sanar, inspirar… detrás de cada texto con sentido hay un propósito humano. Sin esa intención, la escritura se convierte en simple ornamento. El único diferencial real es la intención del autor.

6. ¿Colaboración o sustitución? No todo es amenaza. Muchos escritores usan la IA como aliada: piden ideas, esquemas, referencias. Luego editan, reescriben y enriquecen. Esa colaboración puede ser fértil siempre que el autor conserve el control intelectual y ético. Surge entonces la figura del autor aumentado: alguien que se apoya en herramientas inteligentes sin renunciar a su criterio ni abdicar de su responsabilidad.

7. El arte de hacerse cargo. Escribir sigue siendo un acto ético porque toda palabra configura realidades: moldea percepciones, influye en decisiones, construye narrativas. Usar IA no nos libera de esa carga; al contrario, nos obliga a elevar la conciencia sobre lo que firmamos. Este no es un lamento nostálgico ni un alegato tecnofóbico, sino un llamado a la madurez. Detrás de cada palabra hay una decisión moral: qué decir, cómo decirlo y con qué herramientas hacerlo.

Referencias

• Anderson, C. (2023). The Ghost in the Machine: Creativity and Ethics in the Age of AI. Oxford University Press.

• Llano, C. (2004). El trabajo como realización. Ediciones Rialp.

• Cuen Madero, M. F. (2021). El Acierto Práctico en Carlos Llano, Tesis, Universidad Panamericana.

• Neri, M. (2024). “La autoría en disputa: escritura automatizada y propiedad intelectual”. Revista de Ética y Comunicación, Vol. 18, No. 2

* Profesor Decano de Estrategia y Dirección en el IPADEPresidente del Consejo Editorial de ISTMO

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