La industria automotriz de vehículos pesados enfrenta una paradoja que afecta su crecimiento y sostenibilidad. Mientras la industria promueve y produce vehículos de última tecnología en foros como Expo Transporte ANPACT, sigue en aumento la importación de vehículos pesados usados provenientes de Estados Unidos. Esta contradicción, lejos de ser anecdótica, refleja una distorsión que limita la modernización del autotransporte de carga y pasajeros en México.
El problema no es nuevo, pero se ha intensificado en los dos últimos años. Tan solo en 2024, la importación de camiones usados creció 47.9 por ciento, lo que representa casi 30 mil unidades adicionales circulando en condiciones poco óptimas. Estas unidades, que en su mayoría no cumplen con las regulaciones sobre condiciones físico-mecánicas requeridas en Estados Unidos, ingresan al país como “desecho” del norte, muchas veces con subvaluación y que agravan la antigüedad de la flota nacional, que promedia 19 años. El incremento exponencial de la entrada de estas unidades chatarra hace evidente la necesidad urgente de actualizar y supervisar el cumplimiento de las normativas aplicables.
Dicha situación, además de perpetuar ineficiencias operativas y riesgos viales, frena los esfuerzos por reducir emisiones. En México, el transporte contribuye con alrededor del 20.7 por ciento de las emisiones totales de CO2, y se estima que el 7.8 por ciento proviene específicamente de vehículos pesados como autobuses, camiones y tractocamiones. ¿Cómo avanzar hacia la descarbonización si la flota envejece en lugar de renovarse? Esta pregunta resuena en un contexto donde el cambio climático exige acciones inmediatas, alineadas con compromisos internacionales como el Acuerdo de París y la Agenda 2030.
Esta realidad contrasta con el potencial de la industria automotriz pesada en México, un pilar económico que genera cerca de 150 mil empleos directos e indirectos, incluyendo la cadena de autopartes, y que como parte del sector automotriz contribuye con el 4.7 por ciento del PIB nacional y el 21.7 por ciento del PIB manufacturero. Como uno de los principales productores y exportadores globales de tractocamiones y vehículos de carga, México integra cadenas de suministro regionales, conectando mercados internacionales y fortaleciendo una red interna de proveedores y más de 560 centros de servicio en el territorio nacional.
Este motor económico que representa la industria al producir bienes de capital que utilizan todas las industrias debería impulsarnos hacia la “prosperidad compartida” enfatizada por la presidenta Claudia Sheinbaum, donde el autotransporte no solo mueve mercancías y personas, sino que fomenta inclusión social y bienestar y la actividad económica.
Sin embargo, el rezago en la renovación vehicular -con cerca del 52 por ciento de unidades obsoletas— eleva costos para los transportistas, aumenta emisiones de contaminantes como NOx y material particulado, y compromete la seguridad vial y la competitividad. Desde la perspectiva de la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT) urge implementar una estrategia colaborativa entre autoridades, industria y empresas para contener la entrada de vehículos pesados chatarra y redirigir inversiones que impulsen el mercado innternjo con unidades modernas.
La transición no puede basarse en una sola tecnología; debe abrazar la coexistencia de soluciones adaptadas a la diversidad geográfica y económica del país. Motores con tecnología Euro VI/EPA 10, que reducen emisiones en un 90 por ciento respecto a la flota promedio Euro III, seguirán siendo clave en el corto y mediano plazo, siempre que se garantice el suministro estratégico de Diésel Ultra Bajo en Azufre (DUBA). Paralelamente, emergen opciones como vehículos eléctricos, híbridos, a gas natural vehicular (GNV) o hidrógeno verde, que requieren infraestructura energética robusta: desde redes de recarga hasta generación y distribución sostenible.
De esta forma, la descarbonización no es solo una meta ambiental, sino una oportunidad para transformar al sector hacia un modelo de sostenibilidad y competitividad global. Para ello, se necesitan incentivos fiscales para la chatarrización, esquemas de financiamiento accesibles para transportistas, y un marco normativo claro que aliente la inversión.
México es líder en la exportación de vehículos pesados y tiene la capacidad para liderar el transporte sostenible, para lo cual es necesario en resolver estas paradojas mediante la acción colectiva. De lo contrario, seguiremos importando problemas en lugar de exportar soluciones.