Colaborador Invitado

Humanizar la gentrificación

La falta de claridad operativa en el plan de Clara Brugada contra la gentrificación da la percepción de que, aunque parece bien intencionado, ‘está incompleto sin una ley de fondo robusta o un diseño de ejecución precisa’.

La remodelación urbana siempre genera debates entre defensores y detractores; históricamente, siempre prevalece el criterio de los defensores.

En la década de los 60, en Ámsterdam, París, Berlín, Londres y Barcelona surgió la llamada “gentrificación”, un sustantivo para describir el fenómeno de las clases medias y profesionales ocupando viviendas antiguas en barrios obreros y desplazando gradualmente a los residentes originales.

De entonces a la fecha, se han gestado procesos de rehabilitación urbana y de reconversión de antiguos espacios industriales, ferroviarios o portuarios con buenos resultados, como sucedió en Bilbao con el Guggenheim.

Antes de su construcción, Bilbao era una ciudad industrial con muchas áreas degradadas y en declive económico. La apertura del museo impulsó una fuerte transformación urbana, que atrajo inversión, turismo y nuevos negocios a la ciudad.

Hoy, el debate sobre los beneficios y los perjuicios de la gentrificación ha cobrado nueva fuerza, y los vándalos de siempre han intentado desvirtuarlo agrediendo a los extranjeros y saqueando y destruyendo comercios.

Gran parte del problema es que no todos los gobiernos lo han enfrentado con soluciones viables. Un ejemplo positivo fue Boston, donde se creó un fideicomiso comunitario de tierras que preserva vivienda asequible y diversidad cultural, y estableció un vínculo entre desarrolladores públicos y privados para financiar un fondo para vivienda barata.

En la Ciudad de México, la desregulación urbana, la desmedida inversión inmobiliaria privada, el aumento del turismo global, la revalorización cultural de algunos barrios y la falta de políticas de vivienda inclusiva han agudizado el problema. Y aunque la jefa de gobierno de la ciudad ha presentado un plan para intentar solucionar el problema, a los expertos en urbanismo que lo han estudiado les preocupa “la falta de claridad operativa, la vaguedad técnica en la aplicación y la percepción de que, aunque bien intencionado, el plan está incompleto sin una ley de fondo robusta o un diseño de ejecución precisa”.

A corto plazo, todos los intentos de remodelación urbana han generado intensos debates entre defensores y detractores. A la larga, sin embargo, siempre ha prevalecido el criterio de quienes la favorecen.

A mediados del siglo XIX, el alcalde de París, Georges-Eugène Haussmann, decidió modificar el trazo medieval del centro de París y sustituir sus calles angostas y mal pavimentadas que dificultaban el tránsito de peatones y vehículos.

También tuvo que solucionar los horrendos problemas de higiene y salubridad de la ciudad por el vertido de aguas negras en las calles y en el Sena con un sistema moderno de alcantarillado. Mejoró la organización del servicio de recogida de basura y construyó espacios públicos limpios. Minimizó el riesgo de incendios demoliendo casas de madera para construir edificios con patios interiores, regulando su altura y los materiales de construcción, y mejoró la seguridad de los barrios sustituyendo las callejuelas que favorecían el crimen con bulevares amplios, mejor iluminación pública y mayor presencia policial.

La remodelación tuvo un costo, pues obligó a miles de familias humildes a abandonar el centro histórico, empeorando sus condiciones de vida y haciendo más difícil el acceso al trabajo. Y si bien el desplazamiento generó resentimiento popular, nunca se tradujo en una revuelta masiva coordinada contra Haussmann.

Terminada la remodelación parisina, Lyon, Marsella y Burdeos en Francia, Madrid y Barcelona en España, Berlín con su Unter den Linden y Viena con su Ringstrasse. El Paseo de la Reforma en México y la Avenida de Mayo en Buenos Aires siguieron el ejemplo de Haussmann y embellecieron sus ciudades.

La gentrificación es imparable. Lo que hay que hacer es acelerar la construcción de vivienda asequible y contener la excesiva especulación inmobiliaria con eficiencia, prontitud y leyes justas para todos.

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