La extensión por noventa días en las negociaciones comerciales con Estados Unidos brinda a México un respiro temporal y una valiosa oportunidad para fortalecer la estrategia de negociación, preparar una posición más sólida, buscar consensos internos y alinear intereses con sectores productivos clave. En solo tres meses no se puede reconfigurar toda la estructura económica de un país, pero sí se pueden tomar decisiones inmediatas que envíen señales claras que demuestren que México tiene rumbo, liderazgo y capacidad de respuesta ante un entorno global cada vez más fragmentado.
Este no es un tiempo para improvisar. Es un momento que exige liderazgo, visión estratégica y capacidad de ejecución. México debe presentarse ante sus socios como una economía abierta, confiable y con rumbo claro, capaz de ofrecer certidumbre y generar valor compartido. Al mismo tiempo, las acciones tomadas en este breve periodo pueden sentar las bases de una ventaja estructural de largo plazo, si se alinean con una visión industrial, comercial y diplomática que apueste por la integración regional inteligente y por la generación de empleo y valor agregado nacional.
Para aprovechar eficazmente la prórroga, México debe implementar acciones inmediatas que fortalezcan su posición comercial. Entre ellas, destaca la necesidad de agilizar la logística y el comercio transfronterizo mediante medidas administrativas que reduzcan tiempos, costos y trámites para los exportadores. Asimismo, resulta fundamental impulsar un pacto nacional por la competitividad exportadora que articule al sector público, empresarial y laboral en torno a objetivos concretos, y acelerar la atracción de inversiones vinculadas al nearshoring mediante certidumbre jurídica, combate a la inseguridad y la impunidad, mejoras en infraestructura, disponibilidad energética y capital humano, así como la eliminación de barreras regulatorias.
Por otro lado, la reciente imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a diversos países representa una oportunidad estratégica para México. La extensión del periodo de negociación debe aprovecharse con determinación para fortalecer nuestra posición relativa en las exportaciones hacia el mercado estadounidense. Representa una oportunidad estratégica para que México consolide su papel como socio preferente respecto a Europa y Asia en las cadenas de suministro norteamericanas.
Sin embargo, la prórroga no elimina la incertidumbre: persiste el riesgo de medidas unilaterales más severas si no se alcanzan acuerdos sustantivos. Aunque se gana tiempo, la amenaza de aranceles o medidas punitivas sigue latente, lo que puede frenar decisiones de inversión y comercio. Así mismo, México podría enfrentar una presión política creciente en temas no comerciales (como migración, seguridad o energía) como moneda de cambio. La extensión podría ser interpretada por algunos como una táctica dilatoria sin rumbo claro, lo que afectaría la imagen negociadora de México, como una percepción de debilidad. Existe también el riesgo de endurecimiento posterior si no se logra un acuerdo convincente, Estados Unidos podría imponer medidas más severas al término del plazo, especialmente en el contexto electoral estadounidense del 2025.
Noventa días no bastan para resolver los grandes desafíos estructurales de México. Pero sí bastan para mostrar voluntad política, capacidad técnica y sentido estratégico. Si actuamos con rapidez, cohesión y visión, esta coyuntura puede convertirse en un punto de inflexión que fortalezca la posición de México en América del Norte y en el mundo.
Este período debe aprovecharse con inteligencia y sentido de urgencia para convertir la coyuntura en una verdadera oportunidad de fortalecimiento económico y posicionamiento estratégico en América del Norte. Hoy más que nunca, se necesita liderazgo. México no debe limitarse a evitar sanciones: debe aspirar a consolidarse como pilar fundamental del nuevo orden económico regional.