Los mexicanos debemos estar orgullosos de nuestro país. Somos producto de una gran cultura y nuestros cimientos son de acero bien templado de altísima calidad. Hemos construido una nación respetada en el concierto mundial y una república federal. Hicimos la transición democrática y logramos la alternancia en el poder. Somos la 14.ª economía del mundo, aun cuando falta un gran trecho para lograr mejores condiciones de vida y oportunidades para las y los mexicanos.
La tarea no ha sido fácil. La travesía, accidentada y el recorrido, sinuoso. Días de tormenta y noches de insomnio. Ha habido de todo, pero con voluntad construimos este gran país. No extraviemos el rumbo, no perdamos el camino. Juárez, en Querétaro, en el Cerro de las Campanas, enseñó al mundo la estirpe de nuestra raza. Víctor Hugo dio fe de este hecho histórico en una carta inolvidable. Rescatemos ese pasado glorioso.
Después de una larga caminata, el país está en una encrucijada difícil y compleja. Nuestra relación con el vecino del norte está en riesgo de colapsar. El presidente Trump acusa al gobierno actual y al pasado de complicidad con la delincuencia organizada.
Trump no se ha medido. Ha rebasado los límites de la civilidad política. Diálogo de sordos y gritos que aturden al silencio. Por prudencia, la presidenta ha asumido una actitud cuidadosa para no exacerbar el ánimo belicoso de nuestro vecino. Sin embargo, varios sectores de la población, incluyendo parte del grupo de Morena, no están convencidos de que esta sea la postura correcta.
Trump tiene al mundo en ascuas. En el caso de México no valora el esfuerzo desarrollado por el gobierno para atender sus demandas. Quiere más, mucho más. Otra cosa: la cabeza fría de la presidenta y la no respuesta a sus acusaciones han alimentado su ego, sintiéndose con el derecho de disponer de nuestra potestad soberana.
Vamos de prórroga en prórroga, haciéndonos el favor. Increíble: el teléfono ha sustituido la formalidad presencial de las reuniones cara a cara. En la última llamada se nos hizo el favor de darle al gobierno una tregua de 90 días, antes de la formación del pelotón de fusilamiento.
Trump es impredecible. Está jugando al ajedrez del poder. A contrario sensu, esta llamada tuvo un matiz distinto a las anteriores. En esta ocasión invitó como testigos a parte importante de su gabinete y no sólo a responsables de la economía y los aranceles. También a los de la política y la seguridad. Lejos de ser un gesto positivo, esta es una presión más a la presidenta para obligarla a resolver los asuntos políticos que no han podido acordar.
La debilidad del gobierno de la 4T es la inseguridad interna, la narcopolítica, la pobreza, la corrupción y, por supuesto, la sombra del maximato. Esta percepción nos convierte en presa fácil de los caprichos del exterior.
El gobierno no ha dimensionado a cabalidad las verdaderas intenciones del presidente Trump. Su objetivo va más allá de los aranceles, que ya tiene definidos. Estos son un instrumento de presión para entrar a combatir a los cárteles. Esa medalla le daría rentabilidad política y mayor liderazgo internacional.
La actual administración está ante un desafío monumental: enfrentar los embates del exterior y demostrar, en el interior, con hechos concretos, que se tiene capacidad para gobernar. El Gral. Cárdenas salvó al país de una regresión histórica. Su ejemplo y lección política es vigente. La presidenta Sheinbaum debe reestructurar el poder político de su gobierno y rescatar la dignidad nacional.