A finales del año pasado, la Consar aprobó un aumento al límite máximo que las Afores pueden invertir en instrumentos estructurados. Si bien esto parecería ser un mero ajuste técnico al régimen de inversión, la realidad es que sus implicaciones son tan interesantes como profundas, tanto para las pensiones de los trabajadores como para la economía en general.
En términos generales, los instrumentos estructurados son activos financieros que permiten a inversionistas institucionales, como las Afores, canalizar capital hacia inversiones de largo plazo, especialmente en infraestructura, energía, bienes raíces, capital privado (private equity) y otros activos no listados. Es decir, mientras que las empresas que tienen acciones o bonos deben hacer públicos sus resultados de forma trimestral, los proyectos en los que invierten los instrumentos estructurados tienen menores requisitos de divulgación, en particular su información sólo es accesible a quienes invierten en los mismos. En este caso, aún cuando el público en general podría no tener acceso a las inversiones que se realizan a través de los instrumentos estructurados y/o sus resultados en lo individual, en la práctica toda esa información sí es accesible a las Afores que invierten en estos vehículos y la revisión exhaustiva de la misma se hace en los mismos términos que para una empresa listada en mercados públicos.
En palabras más sencillas, un instrumento estructurado permite a las Afores invertir de forma más directa en proyectos como carreteras o plantas de generación eléctrica, en lugar de invertir en acciones listadas en bolsa de empresas que participen en tales proyectos.
Los beneficios van mucho más allá que un simple ajuste en los límites en el régimen de inversión. Una característica muy valiosa de estos instrumentos es su alineación natural con el horizonte de inversión de las Afores. Este tipo de proyectos ofrece rendimientos atractivos para inversionistas con un horizonte de inversión de mayor plazo y que no tengan necesidades de liquidez sobre sus recursos. Esto claramente se alinea con la administración de recursos que en el caso de los trabajadores más jóvenes, deben generar rendimientos por más de 40 años. Una diferencia de apenas 1% en el rendimiento anual durante 40 años, representaría una diferencia de más de 45% en el patrimonio acumulado en dicho período.
En segundo lugar, este tipo de activos coadyuva a la diversificación de los portafolios administrados por las Afores al abrir un abanico de destinos de inversión más amplio que el de los mercados públicos, que entre otras cosas tienen perfiles de empresas más grandes, lo cual disminuye la correlación de sus constituyentes. Por ejemplo, cuando los mercados registran caídas generalizadas, las acciones de la mayoría de las industrias tienen retrocesos inmediatos; los instrumentos estructurados, en cambio, si bien son valuados de forma periódica, tienden a ser más estables. Además, algunos de ellos emplean su capital en proyectos en el extranjero, brindando así diversificación geográfica y de tipo de cambio.
El beneficio no es únicamente financiero. Estas inversiones, en particular las que se destinan a infraestructura o desarrollo inmobiliario, tienden a impulsar el crecimiento de la economía nacional en su conjunto, al tener un impacto económico más tangible. Esto no quiere decir que los mercados de capitales tradicionales no sean una parte relevante de la economía, pero no contribuyen directamente al financiamiento de grandes obras de infraestructura y otros proyectos que de otra forma podrían no realizarse. Financiar infraestructura o proyectos estratégicos genera empleo, impulsa la competitividad y fortalece el crecimiento. Y es así como existe un círculo virtuoso gracias a los ahorros de los trabajadores que se acaban beneficiando de los retornos que generan estos proyectos.
Otra característica es el desempeño variable de algunos instrumentos, así como los periodos prolongados para su desinversión. Las Afores, al no estar sujetas a presiones de liquidez inmediatas, cuentan con la ventaja estratégica de esperar el momento más adecuado para materializar sus inversiones, atenuando así la volatilidad inherente a los mercados financieros públicos.
Más aún, el aprendizaje derivado de esta clase de activos —sumado a la evolución de los marcos regulatorios y las capacidades técnicas de los equipos de inversión— permite tomar decisiones cada vez más informadas, prudentes y orientadas al bienestar de los trabajadores. En última instancia, la participación responsable en instrumentos estructurados no sólo robustece los portafolios de las Afore, sino que también allana el camino hacia pensiones más sólidas.