En la actualidad, las y los consumidores valoran cada vez más las prácticas responsables y éticas de las empresas. Si bien las grandes corporaciones han integrado estas iniciativas en sus estrategias, las pequeñas y medianas empresas enfrentan desafíos particulares: recursos limitados, menor visibilidad y un enfoque más inmediato centrado en la supervivencia. Esto puede hacer que incorporar un propósito social no sea una prioridad. Sin embargo, al integrar el impacto positivo en su modelo de negocio, no solo contribuyen al bienestar colectivo, sino que fortalecen su competitividad y sostenibilidad a largo plazo.
Una herramienta útil para lograrlo es el canvas social, una adaptación del lean business model canvas que pone el propósito en el centro del diseño empresarial. Este enfoque no solo considera aspectos económicos, sino también sociales y ambientales. Sus bloques (propuesta de valor con impacto, propósito, segmentos de clientes, canales, relación con clientes, actividades clave, socios estratégicos, recursos clave, inversión, estructura de costos e ingresos) permiten estructurar modelos de negocio más conscientes y resilientes.
Distintos emprendimientos mexicanos han demostrado que generar valor económico y social no es exclusivo de las grandes compañías. Por ejemplo, Somebody Somewhere produce ropa mediante técnicas artesanales y materiales reciclados. Al emplear a más de 200 artesanos y promover la preservación cultural, esta empresa ha convertido su impacto social en un diferenciador clave que atrae a consumidores conscientes y genera fidelidad.
Otra empresa destacada es Café Punta del Cielo, que trabaja directamente con productores locales bajo esquemas de comercio justo. Esta relación fortalece la cadena de suministro, garantiza condiciones laborales dignas y responde a un mercado que valora la ética en el consumo. Su estrategia no solo retiene a sus clientes actuales, sino que atrae a nuevos consumidores comprometidos con estos valores.
En el sector ambiental, Ecolana facilita la conexión entre pequeños generadores de residuos y centros de reciclaje, con lo que promueve la economía circular. Su labor impulsa el empleo local, reduce desechos y educa sobre la gestión responsable de residuos. Así, demuestra que el impacto positivo es alcanzable incluso con presupuestos modestos.
También destaca Biofase, pionera en la fabricación de bioplásticos a partir de semillas de aguacate. Esta innovación ha captado atención internacional, posicionando a la empresa como un referente en soluciones sostenibles. Además de reducir el uso de plásticos convencionales, invierte en la capacitación de su equipo, gracias a lo cual genera un ambiente laboral comprometido y alineado con una causa mayor.
Un caso adicional es el de La Cana, un proyecto que trabaja con mujeres privadas de la libertad mediante la capacitación en oficios artesanales y su reinserción laboral. Al ofrecer productos con sentido y apoyar la rehabilitación social, ha logrado posicionarse en el mercado como una marca con causa, además de generar ingresos y transformar vidas.
Estos ejemplos muestran que actuar con propósito no solamente es viable, sino también rentable. Integrar objetivos sociales y ambientales permite a las empresas diferenciarse, optimizar recursos, motivar al equipo, responder a las exigencias del entorno y construir relaciones duraderas con sus públicos.
Apostar por un propósito social implica no solo tener buenas intenciones, sino traducirlas en acciones concretas, sostenibles y alineadas con los valores de la empresa. Para que ese impacto positivo sea verdaderamente transformador, es fundamental planear con claridad, tomar decisiones estratégicas y construir modelos de negocio que integren lo económico con lo social y ambiental. Así, las pequeñas y medianas empresas no solo responden a las demandas del presente, sino que se preparan para liderar con sentido una economía centrada en las personas y el planeta.