Colaborador Invitado

El reto del Sistema de Salud: la distribución eficiente de medicamentos

Esta deficiencia de entrega genera un descenso en la capacidad de manejo del volumen venoso y con ello, se crea un círculo vicioso de ineficiencia. 

Al inicio del gobierno de López Obrador se hizo un cambio radical en la distribución de medicamentos para uso institucional, anteriormente en manos de distribuidores particulares, y la responsabilidad la tomó el gobierno federal. Durante su sexenio hubo tres intentos infructuosos de implementación eficiente para conducir este nuevo modelo.

Ahora, la presidenta Claudia Shienbaum instruyó un cuarto cambio esperando resolver de manera definitiva el desabasto de medicamentos, encargando al subsecretario de Salud, Eduardo Clark y al Director de Birmex, Carlos Ulloa, liderar la distribución nacional de medicamentos en todas las instituciones que forman el sistema nacional de salud (IMSS, ISSSTE, IMSS Bienestar) a través de “Las rutas de la salud”.

Pensando como médico, podríamos de manera natural comparar la distribución de medicamentos con el sistema circulatorio de los vertebrados superiores. En este esquema enfoquémonos en el cuerpo humano: existe un almacén primario (el corazón) de donde salen (sistema arterial) y adonde llegan (sistema venoso) todos los requerimientos de las sustancias vitales (oxígeno, suero, metabolitos). Estas pasan a la oxigenación pulmonar y a través de las arterias, arteriolas y capilares (almacén secundario), se entrega la mercancía vital (los medicamentos), que posteriormente da lugar a nuevas demandas que son recogidas para cada nuevo ciclo cardiaco.

En condiciones saludables, se repite este círculo virtuoso. Pero ¿qué pasa cuando este ciclo se interrumpe bruscamente o bien, la cantidad de entrega es deficiente? Recordemos que los medicamentos no son un grupo homogéneo y sus diferentes clasificaciones requieren rutas particulares de distribución.

En el estudio del sistema circulatorio, la Ley de Laplace (1749-1827) -aunque formulada por un científico francés que no fue médico sino astrónomo, físico, matemático, político y filósofo- nos ofrece un marco teórico útil. Esta ley, aplicada a los flujos sanguíneos, permite comprender cómo la presión y el tamaño de los vasos influyen en el flujo sanguíneo y en la tensión de sus paredes. En términos funcionales, una mayor presión vascular reduce la eficiencia en la entrega de oxígeno y otros elementos, obstaculizando su entrega y complicando el retorno venoso.

Esta deficiencia de entrega genera un descenso en la capacidad de manejo del volumen venoso y con ello, se crea un círculo vicioso de ineficiencia.

Es por eso que, para que un sistema de distribución funcione de manera eficiente, se requiere una entrega puntual y un retorno tanto ágil como confiable. Cuando este equilibrio se rompe -como ocurrió en los tres intentos del sexenio anterior-, la posibilidad de regresar a un estado óptimo de eficiencia distributiva se torna casi imposible. Y si el cuarto intento, por alguna circunstancia no logra resultados concretos, se podría generar una ineficiencia acumulativa, lo que haría necesario un esfuerzo redoblado.

Es paradójico, pero ante los retos del modelo actual, resulta inevitable analizar el funcionamiento del sistema de distribución previo, que aun con sus serias deficiencias y prácticas cuestionables, mostraba resultados relativamente aceptables.

Hoy el desafío es mayor: necesitamos un sistema de distribución eficiente y superior a los modelos previos. ¿Habría que observar lo que ocurre en la iniciativa privada? La mejora continua de sus sistemas busca siempre una mayor eficacia y menor costo. La curva de aprendizaje de los nuevos procesos distributivos ha sido lenta, y en ocasiones, contraproducente para los objetivos de eficiencia y eficacia.

Es cierto que el sistema de distribución de medicamentos de los gobiernos del PRI y del PAN presentaba enormes distorsiones. Se requería “aceitar” toda la cadena: desde la generación de necesidades en las recetas médicas, pasando por las aprobaciones institucionales, hasta la manipulación de datos de entrega y la corrupción sistemática disfrazada de “agradecimientos”. Era un sistema gobernado por el dinero, que ofrecía resultados a un alto costo ético.

Se espera que, en este nuevo intento de distribución de medicamentos, se alcancen niveles de eficacia aceptables. También debemos ser realistas: lograr una cobertura total es complejo, pero los esfuerzos deben encaminarse a alcanzar un porcentaje lo más cercano posible al 100%, y si la Ley de Laplace nos sirve como referencia teórica para comprender las tensiones y presiones del sistema, que así sea. Lo importante es que el flujo no se detenga.

Juan Manuel Lira

Juan Manuel Lira

Médico especialista y analista en salud

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