Sin duda, México atraviesa la coyuntura comercial más relevante de las últimas décadas. Estados Unidos pone a prueba a todos sus socios comerciales: aliados y adversarios, e impone una agenda agresiva basada en coerción y negociación. Estas negociaciones en el ámbito del comercio exterior no siguen el parámetro tradicional de mayor apertura comercial entre las partes involucradas, sino que combinan concesiones comerciales, relocalización de producción exclusiva para Estados Unidos y objetivos de seguridad e influencia. Los tiempos de la compartimentalización entre políticas comerciales, económicas y de seguridad han terminado.
A mí me parece que esta realidad es clara para el gobierno de México, aunque no ha sido del todo transparente en este sentido. En parte, lo entiendo: no sería sencillo comunicar a la población que parte de su actividad económica debe reorganizarse en torno a nuevos acuerdos con Estados Unidos. Eso generaría preocupación entre inversionistas y empresarios, aunque muchos de ellos ya lo saben.
Aun bajo este nuevo replanteamiento del comercio exterior, México mantiene argumentos sólidos para exigir acceso sin barreras al mercado estadounidense. El gobierno comete un error al conceder de inicio y buscar simplemente ser el “menos afectado”, negociando aranceles menores que los de otros socios. Debemos aspirar al cero arancel, aunque sea improbable: esa es la mejor estrategia.
Estados Unidos ha sido claro al afirmar que la seguridad económica está íntimamente ligada a la seguridad nacional. En este sentido, México debe dejar en claro que, como vecino inmediato, es del mayor interés para ambos países que México preserve la prosperidad que le ha traído el comercio exterior. Un impacto económico severo no resolverá los problemas de migración ni de fentanilo; por el contrario, los agravaría. En algún momento, Donald Trump argumentó que había un “hermoso océano entre Estados Unidos y Ucrania”, sugiriendo que el conflicto Ucrania - Rusia podía seguir sin afectar a su país. Pues bien, señor Trump, entre México y Estados Unidos no hay ningún océano: lo que afecte a la economía mexicana impactará inevitablemente a Estados Unidos.
Y, por supuesto, está el factor China, que desea ejercer mayor influencia en México, si no es por otras razones, por el simple hecho de que México es vecino de Estados Unidos y tiene una posición estratégica en cualquier conflicto geopolítico. Esta es una realidad que pocos han querido reconocer públicamente, aunque estoy seguro de que Estados Unidos lo entiende. ¿La ha aprovechado México?
La influencia china ya es visible, y no hay mejor ejemplo que la importante penetración de automotrices chinas en México, que se ha convertido en uno de sus principales destinos. Una multitud de marcas, todas subsidiadas por el gobierno chino, entran al país con el único objetivo de desplazar a las demás. Y poco a poco lo están logrando.
Este fenómeno también ilustra lo perjudicial de la estrategia de Trump, quien presiona a las automotrices tradicionales como si no enfrentaran ya suficientes retos, imponiéndoles más requisitos, aranceles y restricciones. Mientras tanto, las automotrices chinas entran a México sin impedimentos. Que México no haya decidido contrarrestar estos subsidios chinos es un misterio. Lo que sí es seguro es que esta es una fórmula perfecta para entregar el mercado automotriz mexicano a China, un “regalo” que Beijing usará como palanca de mayor influencia en la región.
Las quejas de la administración Trump sobre el comercio exterior no son infundadas: países en todo el mundo han acumulado riqueza a costa del consumo excesivo de Estados Unidos. Pero no hay víctimas en esta ecuación: el consumidor y la economía estadounidense también se han beneficiado de esta dinámica durante décadas. Hoy se requiere un replanteamiento, y es apropiado hacerlo. Pero atacando a aliados y adversarios por igual, y con una estrategia improvisada, no se logrará el objetivo.
Estados Unidos pone en mayor riesgo su seguridad nacional al alejar a México y a sus aliados. Esta afectación supera con creces cualquier argumento que pudiera justificar una medida arancelaria. Ojalá México tenga el valor de dejarle en claro a Estados Unidos lo que arriesga al tratar como adversario a su vecino del sur. Los verdaderos adversarios de Estados Unidos buscan, precisamente, tener a México más cerca.