Colaborador Invitado

El transformador transformado

El tiempo ha demostrado que Alfonso Romo no sólo traicionó a gente muy cercana a él como su suegro y como yo mismo, sino también se traicionó a sí mismo.

El presente pro memoria obedece a la constante pregunta que se me hace sobre mi relación con el señor Alfonso Romo y creo que los siguientes datos serán más que elocuentes, sobre lo que me ha ocurrido y por lo que ya no tengo ningún tipo de relación con él. Reviviré pues algunos acontecimientos: a principios de los años noventa, por diversas razones, Romo tuvo diferentes problemas económicos que amenazaron su posición y sus negocios, amenazados en aquél entonces por sus acreedores.

El problema fue tal que ante esto, me acerqué a él y personalmente le llevé las escrituras de mis propiedades que eran todos los bienes con que yo contaba, ofreciéndoselos para ver si de alguna manera lo podía ayudar a que él pudiera resolver en alguna medida las difíciles circunstancias por las que atravesaba. Se conmovió, me lo agradeció, diciendo que jamás lo olvidaría y me dio un fuerte abrazo, sin haber aceptado lo que yo le ofrecía.

Tiempo después, tuvo problemas con su suegro, por lo que en aquél entonces parecían ser malos entendidos. Yo, como siempre, salí en su defensa con determinación y emotividad, aunque su problema era con una persona con la que en algún momento hubiera yo unido mi lucha en defensa de la vida y de la Iglesia. Probablemente, después del problema de salud que me ocurrió años después, yo no lo hubiera apoyado con tanta determinación. Pues parecía haberse tratado de una situación semejante a la que describiré a continuación.

En el año 2012, sufrí un accidente vascular cerebral que mermó seriamente mi salud. Poco después, la situación empezó a complicarse, pues mi estado físico requirió de todos mis recursos económicos, y tengo yo cuatro hijos a los que tenía que sacar adelante y proveer de una formación universitaria. En ese momento, recordé que Alfonso me había invitado a invertir años atrás en una empresa que sin duda representaría un éxito económico.

Ante el inminente problema de salud y necesidad de liquidez, me vi en la necesidad de buscarlo para recurrir a ese dinero invertido. Su primera respuesta fue que esperara yo porque el valor de mis acciones subiría. Incluso me dijo que sería un abuso que solo me devolviera mi inversión, porque en poco tiempo aumentaría su valor. Con el tiempo y tras muchas peticiones en el mismo sentido (que quería yo recuperar esa inversión), el señor Edgardo Reyes, me confirmó su dicho. Que esperara yo un poco más. Que las acciones de la empresa estaban subiendo de valor porque Exxon había invertido en ella. Esperanzado esperé. Pasaron los meses y los años y un día que busco a Edgardo Reyes para preguntar una vez lo mismo -que cuándo podría yo recuperar aunque fuera lo invertido- me sorprenden con la noticia de que la empresa ya no existía. A través de operaciones corporativas de las que como accionista nunca tuve conocimiento, la empresa Synthetic Genomics desapareció.

Aunque ese haya sido el momento en el que más me hubiera servido contar con algo que era mío, increíblemente me volvió la espalda. Afortunadamente, con gran esfuerzo y el apoyo de otras personas, determinación y la increíble fuerza de la oración, he podido sortear los grandes desafíos que ponían en peligro mi vida y, poco a poco, he venido mejorando y salido adelante. Pero lo que nunca llegó fue el apoyo de Romo, que esperé como un acto de reciprocidad y justicia.

Lo anterior y sus torcidas preferencias políticas han dado como resultado el que yo haya tomado mi distancia, a pesar de la grandísima cercanía que en un momento existía y todo lo que tuvo oportunidad de confiarme. Me quedo con la satisfacción del deber cumplido y con la amarga sensación de lo que considero fue un fraude o, al menos, un abuso de confianza.

El tiempo ha demostrado que Romo no sólo traicionó a gente muy cercana a él como su suegro y como yo mismo, sino también se traicionó a sí mismo. Creo que la vida lo está poniendo en el lugar que él mismo se procuró con sus acciones.

Sirva la presente como respuesta a la pregunta que constantemente se me hace sobre mi relación con Romo.

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