Economista por el ITAM y consultor.
Estados Unidos el principal arquitecto, y beneficiario, del sistema de comercio internacional, ha emprendido una serie de acciones orientadas a transformar de manera fundamental su relación comercial con México y el mundo. Al establecer barreras al comercio y confrontarse con aliados y rivales por igual, resulta evidente que, al menos en el corto plazo, nuestro principal socio comercial se encamina a convertirse en una economía más cerrada al intercambio con otros países.
Desde la Casa Blanca se impulsa una política basada en la imposición de aranceles que ha erosionado gravemente la credibilidad en Estados Unidos como un socio confiable y como un mercado abierto. En otras palabras, “El señor Trump es un hombre del siglo XX que preside una economía del siglo XXI y que pretende llevarla de regreso al siglo XIX” (D. Irwin, 2025). Sin embargo, si Estados Unidos insiste en aislarse del mundo y avanzar hacia un modelo más proteccionista, su propia economía, sus empresas, consumidores e inversionistas —quienes hasta ahora han resultado favorecidos de la apertura comercial— serán, los primeros en enfrentar los costos y renunciar a los beneficios.
Ante esta coyuntura, para nuestro país surge una pregunta fundamental: ¿debe México mantener, e incluso profundizar, su apertura económica, o reaccionar a través de un modelo más proteccionista con un mayor énfasis en la economía doméstica?
Desde hace 30 años nuestra economía apostó por la apertura, y tomando el camino correcto, puede ser capaz de sostener y ampliar los frutos de una mayor integración e intercambio con el mundo. México no debe cometer el error de virar al proteccionismo comercial.
A pesar de vivir un momento histórico caracterizado por el crecimiento de las barreras al comercio, la economía mexicana debe avanzar con una estrategia de “apertura diversificada”, es decir, una política comercial que consolide y profundice el intercambio con América del Norte, al tiempo que expanda sus vínculos con otras regiones, como América Latina, Asia y, desde luego, Europa. Mediante este enfoque, México podrá seguir aprovechando las ventajas que brinda el libre comercio con múltiples países.
Si bien es cierto que la mayor parte del comercio exterior de México se realiza con nuestros socios y vecinos de América del Norte, en particular con Estados Unidos, lo cual genera una sobreexposición de la economía mexicana a los vaivenes políticos y económicos de ese país, la base productiva nacional puede beneficiarse ampliamente de un entorno económico abierto, competitivo y diversificado.
La apertura diversificada es alcanzable mediante una agenda ambiciosa de política comercial. Por un lado, resulta fundamental tener una revisión exitosa del T-MEC durante 2025 y 2026; por otro, concluir la modernización del Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea. A futuro, México debería también explorar la firma de acuerdos comerciales con Corea del Sur y Taiwán, así como concluir tanto la incorporación del Reino Unido al bloque del CPTPP y avanzar en la participación del propio Acuerdo Transpacífico. Asimismo, el país debe participar de forma activa y decidida en la reconfiguración del sistema multilateral de comercio, especialmente ante una eventual reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en los próximos lustros.
La red de tratados que México ha desarrollado constituye una brújula que compromete a nuestro país con el libre comercio. El libre comercio, reconoce que las diferencias que existen entre los países y sus economías son positivas, y la posibilidad de intercambiar (bienes, servicios, tecnología, conocimientos, así como mano de obra y capital) es el camino correcto para aprovechar esas diferencias. Para que México logre el éxito tanto en el ámbito interno como externo se deben fortalecer las capacidades de intercambio con el mundo.
Frente a los impulsos insulares de Donald Trump, no cabe duda de que en nuestro país escucharemos voces que promuevan el aislar a México y su economía con el propósito de regresar a un modelo de carácter rentista y concesionario. Sin embargo, cerrar nuestras fronteras al comercio y la inversión implicaría un retroceso significativo.
Aunque Estados Unidos se embarque en un proceso que dinamita la confianza de la relación bilateral, nuestro país debe encontrar el balance adecuado entre una apertura comercial estable y la implementación de políticas con un enfoque en tareas domésticas en materia de logística, energía, capital humano, estado de derecho y financiamiento.
La apertura diversificada, mediante la construcción y consolidación de una ambiciosa red de acuerdos de libre comercio e inversión entre México y las principales economías mundo, tiene un valor estratégico para el futuro de nuestro país. El contar con una economía abierta es una condición necesaria para crecer de forma sostenida e incluyente.
El éxito económico de México dependerá, en buena medida, de su capacidad para ampliar los flujos de comercio e inversión con el mundo. Por ello, vale la pena reflexionar que ante la coyuntura, la apertura es la respuesta adecuada.