México vive un momento crucial en su papel como potencia en hub logístico y de transformación en comercio exterior. Para dimensionar el impacto las cifras arrojan que el 76% del PIB nacional está vinculado con el comercio exterior. La oportunidad que nos ofrece el nearshoring es real, pero también lo es el riesgo de desaprovecharla si no hacemos ajustes de fondo en nuestra estructura interna.
Uno de los principales cuellos de botella para la competitividad no está en la infraestructura ni en la distancia al mercado, sino en la ineficiencia regulatoria. Cada trámite innecesario desvía tiempo, capital humano y recursos financieros que podrían destinarse a innovación, expansión y productividad.
Según la OCDE, en promedio, las empresas destinan alrededor del 4 por ciento de su output al cumplimiento de cargas regulatorias. En México, estudios del Modelo de Costos Estándar (SCM) muestran que una mejora en la eficiencia regulatoria podría liberar el equivalente a 1.4 por ciento del PIB, lo que se traduciría en hasta 2.5 por ciento más de crecimiento económico en el corto plazo.
Lo que necesitamos es construir un modelo esbelto de cumplimiento, que reduzca la fricción entre empresas y gobierno, simplifique los trámites y apueste por una visión moderna del cumplimiento: en lugar de castigar, incentivar. La prioridad debe ser liberar recursos que hoy se diluyen en procesos administrativos que no agregan valor.
¿Cómo lograrlo?
- Mapeo de cargas: Identificar procesos regulatorios que consumen más recursos administrativos.
- Auditoría normativa: Eliminar duplicidades, automatizar lo automatizable y digitalizar de forma real.
- Gobernanza regulatoria: Establecer mesas permanentes con las confederaciones de empresarios de los sectores de industria, comercio y servicios para evaluar impacto operativo.
- Recompensar el cumplimiento: Certificaciones rápidas, reducción de auditorías y beneficios fiscales para empresas cumplidas.
Como bien lo dijo Peter Drucker: “Lo que no agrega valor, debe ser minimizado o eliminado”. Las tareas administrativas tienen que dejar de ser un lastre para convertirse en un soporte funcional, claro y predecible.
Si México quiere atraer inversión, tiene que demostrar que sabe sostenerla con certeza operativa. El cumplimiento no puede seguir siendo un obstáculo para quienes están haciendo bien las cosas. Necesitamos cambiar la lógica: menos control, más confianza; menos trámite, más valor.
Invertir en procesos eficientes es invertir en México.