La informalidad no es un enemigo a combatir, es un síntoma a entender. Para millones de mexicanos, trabajar en la economía informal no es una elección, sino una necesidad. Y ante este fenómeno, la formalidad debe verse como un derecho económico y social, no como una carga.
En este contexto, la participación de CONCANACO SERVYTUR en la Conferencia Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra marcó un hito. Por primera vez, una representación fuerte del sector terciario mexicano —que genera más del 60 por ciento del PIB y más del 65 por ciento del empleo formal— estuvo presente para defender una causa urgente: la formalización como motor del desarrollo nacional.
La delegación de CONCANACO, liderada por Rosa Elena García Hidalgo, participó activamente en la Comisión de Transición hacia la Formalidad, donde se abordaron los principales desafíos que enfrentan las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) para incorporarse al sistema formal.
Entre ellos destaca el más grave: el alto costo de permanencia. El ISR y las cuotas obrero-patronales suman alrededor del 50 por ciento de los ingresos netos de las empresas formales, sin considerar los costos operativos para cumplir. Es decir, una pequeña empresa puede pagar más por seguir siendo formal que por producir. En contraste, países como Chile o Colombia han diseñado modelos de transición más flexibles y sostenibles
Pero la formalización no es solo un tema fiscal. Tiene impactos directos en la equidad, en el acceso a crédito, en la protección social y en la capacidad de las empresas para integrarse a cadenas de valor nacionales e internacionales.
Por eso, hemos propuesto:
- Estímulos fiscales para la transición.
- Programas de simplificación administrativa.
- Acceso a financiamiento sin excesivos requisitos regulatorios.
- Creación de un sistema escalonado de integración formal.
México tiene una deuda con su fuerza laboral. No basta con promover la formalidad en discursos. Hay que construir un entorno de confianza, apoyo e incentivos reales. La voz del sector terciario ya está sobre la mesa global. Ahora, el reto es transformar esa voz en políticas que permitan que millones de mexicanos crucen el puente de la informalidad a un desarrollo más justo y sostenible.