Los mercados financieros se encuentran en una especie de “calma tensa”. Luego de un turbulento mes de abril, el S&P 500 repuntó 6.2% en mayo, regresando a terreno positivo en el año. Sin embargo, desde mediados de mayo el índice se ha movido dentro de un estrecho rango entre 5,800 y 6,000 puntos, con una volatilidad inusualmente baja. Esta aparente estabilidad refleja una realidad más compleja: los inversionistas están esperando un punto de inflexión, una señal clara que justifique el reposicionamiento de portafolios. ¿Qué podría romper este impasse?
La primera fuente potencial de disrupción es el frente comercial. Tras la sorpresiva pausa arancelaria de 90 días anunciada por la administración Trump y la reducción temporal en aranceles recíprocos con China, los mercados respiraron. Pero esa tregua ya muestra señales de fragilidad. Recientemente se anunciaron aranceles de 50% sobre acero y aluminio, y se evalúan nuevas medidas sectoriales para industrias estratégicas como semiconductores, minerales críticos y farmacéutica.
El impacto directo de los aranceles sobre el crecimiento económico estadounidense se estima equivalente a un aumento de dos puntos porcentuales en impuestos al consumo, lo cual no sería suficiente para llevar a la economía a una recesión. Aun así, la incertidumbre asociada a la política comercial limita el potencial de revaluación de activos.
En paralelo, el debate fiscal en Estados Unidos también amenaza con alterar la narrativa del mercado. El proyecto legislativo “One Big, Beautiful Bill” –que combina recortes de impuestos con aumentos en gasto militar y migratorio– podría añadir más de 3 billones de dólares a la deuda de EU de aquí a 2034, según un análisis del Comité para un Presupuesto Federal Responsable. Aunque la administración confía en que los ingresos por aranceles compensarán parte del desequilibrio, los mercados han reaccionado con inquietud ante el posible incremento en la emisión de bonos del Tesoro. Si las tasas de los bonos a 10 años superan consistentemente el 4.75%, podrían empezar a presionar los múltiplos de valuación de las acciones.
En este contexto, UBS ajustó recientemente su visión táctica sobre acciones estadounidenses de “Atractiva” a “Neutral”. No se trata de un llamado a vender, sino de reconocer que tras una fuerte recuperación (el S&P 500 ha subido más de 17% desde sus mínimos de abril), el margen de ganancia a corto plazo parece acotado. Aún así, mantenemos una postura constructiva a mediano plazo: esperamos que en 2026 los mercados retomen una tendencia alcista, apoyados por el crecimiento estructural de utilidades, la estabilización del entorno político y la eventual disminución de tasas por parte de la Reserva Federal, que anticipamos podría iniciar en septiembre.
Mientras tanto, los inversionistas deben prepararse para posibles episodios de volatilidad derivados de datos económicos (particularmente empleo e inflación), nuevas decisiones comerciales o avances legislativos. Ante este entorno incierto, una estrategia prudente es utilizar las correcciones como oportunidades para fortalecer portafolios: aumentar exposición a sectores con crecimiento estructural como tecnología y salud, diversificar hacia otras regiones como China, India o Europa, y considerar activos alternativos como fondos de cobertura y oro.
En suma, aunque la calma actual no es sostenible indefinidamente, tampoco anticipamos un colapso inminente. La clave será estar preparados para navegar los puntos de inflexión cuando lleguen. Porque cuando lo inesperado suceda, los portafolios mejor posicionados serán aquellos que ya han incorporado la diversificación, la calidad y una visión estratégica de largo plazo.