México vive un momento laboral de significativos retos y oportunidades, que exige mirar más allá del número. A semanas de cerrar el segundo trimestre de 2025, las cifras sugieren equilibrio: más de 59 millones de personas tienen empleo y la tasa de ocupación alcanza el 97.5 por ciento de la población económicamente activa, según el INEGI. Pero esa postal no está completa. Basta con mirar de cerca para conocer que 54.5 por cieno de quienes trabajan lo hacen en la informalidad. Eso no solo implica falta de prestaciones, sino vivir sin una red de apoyo y sin margen de maniobra para planear el futuro.
Lo formal tampoco es garantía. Los datos del Panorama Laboral 2025 de Pluxee lo dicen claro: 43 por ciento de los colaboradores está pensando en irse, y uno de cada cinco busca algo más. Esto no es un tema de rotación, es un síntoma de desconexión; de un vínculo que se rompió en algún punto entre lo que ofrecemos como empresas y lo que las personas necesitan.
El estudio más reciente de Pandapé y Computrabajo lo confirma: uno de cada dos empleadores quiere retener talento este año. Pero eso ya no se logrará solo con aumento de sueldo; hoy lo que realmente importa es entender qué necesita cada persona según su etapa de vida. ¿Tiempo para sí misma? ¿Tranquilidad de poder hacer el súper sin un gasto de bolsillo? ¿Comer en un restaurante sin pensar en la cuenta? ¿Tener asistencia médica? Todo cuenta. Porque la lealtad no se compra, se construye, y empieza por escuchar.
No estamos ante una moda pasajera. Lo que ocurre es una reconfiguración de fondo del trabajo como concepto. Por eso los debates legislativos sobre reducción de jornadas, mejoras en aguinaldo, licencias de paternidad extendidas y derechos de los trabajadores de plataformas digitales no son azarosos. Responden a una demanda real de humanización del empleo.
La verdadera pregunta no es si contamos con vacantes abiertas, sino si estamos construyendo organizaciones en las que las personas elijan quedarse. Lugares donde el trabajo sea fuente de propósito, no solo de ingresos.
Porque lo que resta del año no se va a medir por cuántas personas contratamos, sino por cuántas deciden seguir aquí, lo cual no nace en su totalidad del salario, sino del vínculo que construyamos, de hechos y beneficios concretos para apoyarlas no solo a ser productivas, sino a disfrutar más de lo que verdaderamente importa en la vida.
Es momento de mirar hacia adentro, de actuar con congruencia y visión de largo plazo. Porque el talento no se encuentra en un CV, sino en la vida diaria de quienes nos rodean. ¿Estamos a la altura del compromiso que esto implica?
Te invito a reflexionar sobre ello. Porque aún estamos a tiempo.