El escenario más probable para este jueves es que el Banco de México anuncie un recorte a su tasa de referencia de 50 puntos base, que la llevaría a 8.5 por ciento. A juzgar por la trayectoria reciente de la inflación y la debilidad cada vez más evidente en la actividad económica, este movimiento luce justificado. Sin embargo, el verdadero reto no estará en la decisión de corto plazo, sino en cómo comunique su postura hacia delante.
El ciclo de recortes de 50 puntos base comenzó en febrero, y se repitió en marzo. La razón es clara: la inflación general y subyacente se han moderado, los choques globales parecen haber quedado atrás y la postura monetaria luce todavía muy restrictiva en términos reales. Además, hay señales crecientes de enfriamiento en la economía mexicana, con datos de actividad que apuntan a una posible contracción en el año, lo que debería acompañarse con menores presiones de demanda en precios y, como consecuencia, brindar alivio a la inflación subyacente por el lado de los servicios.
Importa subrayar que lo que está haciendo Banxico no es una relajación de su política monetaria, sino una recalibración dentro de una postura aún restrictiva. Aún con una tasa nominal de 8.5 por ciento, la tasa real ex ante se ubica muy por encima del rango estimado para la tasa neutral (entre 1.8 por ciento y 3.6 por ciento), lo que indica que el banco central mantiene un sesgo prudente frente al balance de riesgos.
Sin embargo, las condiciones que permitieron estos primeros recortes podrían no mantenerse intactas por mucho tiempo. Hacia delante, Banxico enfrentará un entorno más complejo, con elementos que ameritan mayor cautela: una inflación que aún se ubica por encima del objetivo (y que podría verse afectada por un repunte en mercancías), una brecha de inflación positiva, y una Reserva Federal que aún no ha iniciado su propio ciclo de recortes.
A ello se suma la renovada incertidumbre global: la política proteccionista de Estados Unidos, si bien por ahora marginal, podría escalar y generar presiones en precios, flujos y tipo de cambio. Entre decisiones, la volatilidad global aumentó temporalmente tras el anuncio de nuevos aranceles. Sin embargo, los mercados se calmaron después de un tono más conciliatorio por parte de los funcionarios estadounidenses, lo que permitió que el peso se apreciara y que las tasas locales de corto plazo disminuyeran.
En este contexto, el reto para Banxico no está solo en decidir, sino en explicar. Una reducción de 50 puntos base este jueves puede y debe venir acompañada de una guía clara: los recortes pueden continuar, pero a un ritmo más moderado. Es decir, lo que podría estar por delante no es una marcha sostenida de 50 puntos base por reunión, sino una transición hacia ajustes más graduales –probablemente de 25 puntos base– conforme se reduzca la brecha entre inflación observada y objetivo, y se cierre el diferencial con la tasa neutral.
Comunicar este giro será clave para no desanclar expectativas. Banxico deberá transmitir que su mandato inflacionario sigue guiando sus decisiones, y que si bien existe espacio para ajustar la tasa ante la desaceleración, no lo hará a costa de la estabilidad de precios ni del anclaje de expectativas de mediano plazo.
Si, como anticipan diferentes analistas, la Junta de Gobierno del banco planea un último recorte de 50 puntos base en junio, necesitaría señalizarlo ahora, lo que implicaría enviar señales desde ahora (al menos implícitas) sobre la moderación de la postura hacia agosto. La credibilidad de la política monetaria se construye balanceadamente entre acción y prudencia, Banxico ha sabido navegar en esa línea en un entorno de notoria volatilidad.
En otras palabras: el recorte que se anuncie hoy puede ser contundente, pero el mensaje debe ser prudente. Banxico ha avanzado con pasos firmes en su transición a una postura menos restrictiva; mantener la credibilidad en ese trayecto exigirá también saber cuándo y cómo moderar el ritmo.