Colaborador Invitado

El fin del mundo, ¿es solo el comienzo? (I)

Desde aranceles recíprocos hasta subsidios estratégicos, la lógica que regía el comercio internacional está siendo reemplazada por otra más política, más fragmentada y más volátil.

El mundo no se está desglobalizando de golpe, pero sí está dejando de ser global por diseño. Desde aranceles recíprocos hasta subsidios estratégicos, la lógica que regía el comercio internacional está siendo reemplazada por otra más política, más fragmentada y más volátil. Entender esta transición es clave para anticipar los próximos movimientos en inversión, cadenas de valor y política económica.

La reciente propuesta de Donald Trump para aplicar aranceles recíprocos –es decir, imponer a cada país los aranceles que aplica a Estados Unidos pero bajo una lógica mercantilista que los vincula con el tamaño del déficit– ha reavivado los debates sobre proteccionismo, soberanía comercial y el rumbo de la economía global. Pero más allá de su utilidad política en campaña, la propuesta encarna un fenómeno más profundo: la erosión del orden económico internacional basado en el libre comercio y la integración global.

Esta tesis es central en el libro “The End of the World Is Just the Beginning”, del analista geopolítico Peter Zeihan. En sus páginas, Zeihan plantea que el mundo que permitió el auge de las cadenas de suministro globales, la eficiencia productiva y la movilidad casi irrestricta de bienes está llegando a su fin. Según él, la arquitectura económica y de seguridad creada por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial fue una excepción histórica –y su desmantelamiento, una corrección inevitable.

Lo más interesante es que, aunque el enfoque de Trump no proviene del mismo diagnóstico estructural, sus propuestas terminan acelerando ese mismo proceso de repliegue estratégico, fragmentación económica y redefinición del comercio como herramienta de poder. Para entender cómo se conectan estas dinámicas, conviene analizarlas en torno a cuatro grandes ejes: cambio de paradigma, incertidumbre geopolítica, fragmentación económica y el regreso del Estado. En esta entrega abarcaremos los primeros tres.

Durante décadas, la economía global se sostuvo sobre una premisa central: maximizar la eficiencia a través de la especialización y el comercio internacional. Bajo esa lógica, el sistema económico se organizó alrededor de cadenas de suministro cada vez más complejas, donde el costo de producción importaba más que la ubicación geográfica.

Esa visión está cambiando. Zeihan argumenta que, con Estados Unidos retirándose de su rol como garante del orden marítimo y del libre comercio global, los países enfrentarán mayores riesgos para sostener sus redes de abasto. Trump, desde otro ángulo, impulsa una agenda nacionalista que busca reducir la dependencia externa y fortalecer la base manufacturera local. Ambas visiones –una más estructural, otra más política– convergen en un mismo punto: el retorno del interés nacional como principio rector de la política económica.

La estabilidad del comercio global también dependía de instituciones como la Organización Mundial de Comercio y de reglas compartidas que brindaban certidumbre a las inversiones y decisiones de largo plazo. Hoy, esa arquitectura institucional está visiblemente deteriorada. La propuesta de aranceles recíprocos no solo rompe con décadas de política comercial estadounidense, sino que formaliza un giro hacia el bilateralismo transaccional, donde las relaciones se negocian caso por caso, al margen de normas comunes. Este tipo de políticas contribuyen a un entorno geopolítico más volátil, donde las tensiones comerciales, tecnológicas y energéticas se entrelazan con crecientes riesgos geoestratégicos.

Zeihan plantea que este es el nuevo escenario base: un mundo multipolar, con alianzas menos estables, donde el comercio será cada vez más influido por consideraciones de seguridad nacional, no solo por eficiencia económica.

En términos prácticos, esto se traduce en una fragmentación de las cadenas de valor. Las empresas están relocalizando procesos hacia países aliados o cercanos geográficamente, reduciendo su exposición a regiones consideradas estratégicamente riesgosas. Este fenómeno –que ha dado pie al auge del “nearshoring”–, es coherente tanto con la lectura de Zeihan como con los incentivos que plantea Trump.

Para los flujos de inversión, esto implica una reconfiguración estructural de las ventajas comparativas. Sectores clave como semiconductores, energías limpias, manufactura avanzada y farmacéutica ya están siendo objeto de políticas industriales activas por parte de varios gobiernos. En este contexto, no solo importarán los costos laborales o fiscales, sino la resiliencia de las cadenas, la cercanía a los centros de consumo y la alineación geopolítica.

La divergencia económica entre regiones será una característica creciente. Y esa fragmentación también puede dar lugar a oportunidades selectivas para países que logren posicionarse como socios estratégicos confiables.

Víctor Gómez Ayala

Víctor Gómez Ayala

Economista en jefe de Finamex Casa de Bolsa y Fundador de Daat Analytics

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