En una de mis columnas anteriores, comenté que, en 2025, vislumbraba un panorama muy confuso. Tres posibles resultados me parecían igualmente plausibles: una nueva revalorización importante de las bolsas estadounidense y mundial; una caída moderada; o ganancias modestas. En ese momento, la incertidumbre dominaba la política y hacía mella en el sentimiento inversor.
Ahora puedo afirmar que el escenario más probable es el primero, es decir, el de un año en que se superarán las expectativas, liderado contra todo pronóstico por Europa.
Obtuve mayor claridad cuando llegué a la conclusión de que el sentimiento en Europa es mucho más pesimista de lo que la realidad justifica. Y esa negatividad es un factor alcista que abona el terreno para sorpresas positivas.
Como ya dije, encadenar tres años de resultados excelentes sorprendería a la mayoría de los inversionistas, dada su rareza histórica. De hecho, de entre los 62 pronósticos profesionales sobre la evolución del mercado estadounidense, solo 2 superan el 20% (gracias a que uno de ellos se ha revisado recientemente). Sin embargo, gracias a su eficiencia, los mercados descuentan las previsiones que más se repiten, generando un margen para la sorpresa que da mayor verosimilitud al escenario de grandes rentabilidades.
Asimismo, mencioné que el 60% de los primeros años de mandato presidencial en Estados Unidos (como lo es 2025) ha sido positivo, y, en esos casos, la revalorización, normalmente, ha sido enorme. Además, la solidez de los indicadores empresariales hace presagiar un aumento de los beneficios. Por lo demás, dadas las elevadas correlaciones bursátiles y la enorme relevancia de Estados Unidos, los buenos resultados se propagarán por México y el resto del mundo.
En todo caso, el principal motivo de mi optimismo no es otro que el excesivo pesimismo reinante en Europa. Mientras los estadounidenses celebran la victoria de los republicanos por su supuesta protección de las empresas, Europa está aterrorizada por los aranceles y por otras de las amenazantes propuestas de Trump. Las guerras comerciales acapararon toda la atención en el Foro de Davos, al que acudió el presidente republicano para amenazar con imponer tasas a todos los países que no invirtieran en Estados Unidos. Esos temores son bien conocidos en México, donde el anuncio de un gravamen del 25% a principios de febrero hizo saltar todas las alarmas. Con todo, la tensión en torno a la suspensión de la decisión durante este mes brinda cierto alivio.
El caos político en la UE y el deterioro económico de Francia y Alemania agravan el malestar del viejo continente, lo que trae consigo cierto alivio. Así pues, cualquier avance del PIB en la eurozona, por pequeño que sea, desatará una sorpresa positiva, como ocurrió en 2024.
Lo mismo sucede en Asia, aunque en menor medida. Los expertos restan importancia al crecimiento de la región por considerarlo efímero, y respaldan su opinión en la debilidad de China y el riesgo de guerra comercial en pleno rifirrafe con Estados Unidos por los aranceles. Todo ello a pesar de que los recargos del 10% de Trump y la respuesta de China resultaron ser menores de lo temido. Además, China creció un 5% en 2024 y la demanda de los consumidores en Asia se ha mantenido constante. Cabe recordar que las tendencias descartadas provocan sorpresas positivas.
¿Qué sucederá con los posibles aranceles adicionales? Quizá no lleguen a concretarse nunca. Como comenté en la columna de noviembre, Trump utiliza los aranceles como una herramienta para negociar nuevos acuerdos. Acaba de pasar en México y también en Canadá y Colombia. Gran parte de la retórica arancelaria no es más que una táctica de negociación, como la advertencia en su primer mandato de liquidar el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica o de gravar las exportaciones mexicanas con el 5%, aludiendo a la migración. Todas terminaron en acuerdos.
Pero, ¿y si al final se imponen aranceles? Las consecuencias no serán tan nefastas como se espera en todo el mundo. A pesar de la gran dependencia de México de las exportaciones a Estados Unidos, en la mayor parte del planeta representa un pequeño porcentaje del PIB (una media del 11%) y los gravámenes se pueden eludir con facilidad a través de terceros países mediante unas comisiones de corretaje muy bajas, como ocurrió en el primer mandato de Trump.
Todos estos factores favorecen el auge de la renta variable mundial, pero sobre todo de la europea. Por eso, en la actualidad, las bolsas europeas superan a las estadounidenses y Alemania, España, Italia y el Reino Unido no dejan de alcanzar nuevos máximos. En este momento, parece que tendencias similares están impulsando la bolsa mexicana, que ha subido mucho en lo que llevamos de año, tras un flojo 2024 lastrado por el pesimismo predominante.
No me malinterprete: es de esperar que las acciones estadounidenses sigan subiendo, pero, contra toda expectativa, Europa se destacará frente al resto en un 2025 de sólidas ganancias.