En alguna ocasión, Elon Musk mencionó que uno de los grandes problemas de la gente es ver las cosas como deberían ser, en lugar de como realmente son. Esto parece ser el caso de muchos foros y asociaciones que señalan que la revisión del T-MEC debe ser solo eso, una revisión, y no una negociación. Sin embargo, esta visión ignora la realidad comercial de Estados Unidos, que seguramente buscará abordar los temas actuales relacionados con el tratado. En este momento, una revisión sencilla es prácticamente improbable. Es de vital importancia que reconozcamos esto, dado que ignorarlo podría dificultar aún más la renovación del T-MEC.
El T-MEC fue aprobado por un período inicial de 16 años, hasta el 1 de julio de 2036. El artículo 34.7 del tratado exige que los tres países confirmen por escrito su intención de continuar con el acuerdo. Las partes se reunirán en 2026 para evaluar la efectividad del T-MEC y, derivado de esta revisión, se podría otorgar una extensión del acuerdo por otros 16 años. Sin embargo, si una o más partes deciden no renovar, pueden iniciar una serie de hasta 10 evaluaciones anuales que permitirían revisiones continuas del desempeño del T-MEC y posibles ajustes al acuerdo. Todas las partes deben acordar extenderlo antes del 1 de julio de 2036; de lo contrario, el tratado terminaría. Además, el T-MEC incluye una disposición que permite a cualquier parte notificar su deseo de retirarse con un aviso de seis meses.
Tanto una nueva administración de Harris como una de Trump buscarán revisar con México los temas actuales del tratado, incluyendo las políticas energéticas de México, las biotecnológicas relacionadas con el maíz, el fortalecimiento de aspectos laborales y medioambientales, y la participación e inversión de empresas chinas en el país, siendo esta última posiblemente la de mayor importancia para Estados Unidos. Una administración de Harris sería probablemente más moderada y menos frontal, con un objetivo claro de renovar el tratado, con prioridades en las reglas de origen de la industria automotriz, así como en aspectos laborales, dado su cercanía a sindicatos como el United Auto Workers.
Si Trump llegara a la presidencia de Estados Unidos, el escenario sería muy diferente y complicado, tanto para la relación comercial entre Estados Unidos y México como para la renovación del T-MEC. Trump ha dejado en claro, y debemos tomarlo en serio, sus intenciones de imponer aranceles a nivel global, mencionando porcentajes que van desde el 10 por ciento hasta el 20 por ciento, con aumentos progresivos en sus propuestas. Ha amenazado con imponer aranceles a la industria automotriz en México y con incrementar los aranceles a China hasta un 60 por ciento. Recientemente, en una entrevista con Bloomberg, declaró que la palabra ‘arancel’ es hermosa y que los economistas se han equivocado al rechazarlos como una medida beneficiosa para los países. Para entender mejor las políticas comerciales que podrían implementarse bajo una nueva administración Trump, es crucial revisar las propuestas de Robert Lighthizer, quien fue USTR en su primera administración y formaría parte de su equipo nuevamente. En su libro No Trade is Free, Lighthizer aboga por un desacoplamiento total de China y la imposición de aranceles incrementales hasta equilibrar las balanzas comerciales.
Es importante entender que las propuestas de Trump representan un reto no solo para México, sino para el mundo. Países y territorios como la Unión Europea, Japón y Corea del Sur ya están asimilando la situación y preparándose con estrategias para contrarrestar estas posturas. En sus versiones más extremas, estas políticas podrían implicar un replanteamiento total del comercio global y un riesgo existencial para la OMC, al verse incapaz de gestionar y adaptarse a diversas medidas arancelarias y políticas industriales variadas.
En la revisión del T-MEC, México enfrentará a un gobierno estadounidense más proteccionista, influenciado por su competencia con China. A la vez, las acciones internas de México, como la reforma judicial y la expropiación de la planta Vulcan en Quintana Roo, también complican el escenario. Más recientemente, el secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard, ha señalado que el país tomará una postura activa a favor de Estados Unidos en las crecientes disputas comerciales con China. Ebrard destacó la importancia de alinear los intereses de México con los de América del Norte, en un contexto de tensiones comerciales entre las dos principales economías mundiales. Estos son buenos pasos hacia una mayor integración de intereses entre los países y, por ende, facilitar la renovación del tratado. México podría aprovechar la oportunidad para solicitar a Estados Unidos la implementación de la decisión del panel sobre las reglas de origen automotriz que ganó junto con Canadá, además de plantear reglas de origen más objetivas y claras, un desafío actual para las multinacionales en el país.
Para tener las mejores posibilidades de continuar el tratado, debemos empezar a ver las cosas como realmente son y prepararnos para el escenario más probable, que sin duda será complicado.
El autor es presidente de Global Alliance y agente aduanal de Estados Unidos.