Colaborador Invitado

Está que arde

La Comisión Nacional Forestal registró al 28 de marzo 1,091 incendios forestales a nivel nacional en una superficie de 37,408 hectáreas.

Hace dos semanas circular por el norte de la CDMX se convirtió en una experiencia lamentable para los sentidos. No me refiero a las campañas políticas que tapizan las vialidades con su propaganda y que contaminan visualmente, afectan bienes públicos y privados y posiblemente serán un residuo tratado incorrectamente. Sino, al efecto agudo de los incendios forestales cercanos a zonas urbanas: el smog que compromete visibilidad y genera irritación de ojos y vías respiratorias, además del daño a la seguridad personal y patrimonial, y a la biodiversidad.

Más adelante trataré sobre las emisiones de incendios forestales, primero, me permito comentar sobre estos. La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), a través la Gerencia de Manejo del Fuego, presentó la información preliminar del 2024 al 28 de marzo e indicó que se registraron 1,091 incendios forestales a nivel nacional en una superficie de 37,408 hectáreas, donde el 94% correspondió a vegetación herbácea y arbustiva. Los estados más afectados son: CDMX, Edomex, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Durango, Morelos, Chiapas, Jalisco y Oaxaca.

Según indica la CONAFOR las actividades humanas ocasionan el 99% de los incendios forestales, sea por accidentes como la ruptura de una línea eléctrica; negligencias como quemas agropecuarias no controladas o quema de basura; o intencionalidad como en conflictos comunales, tala ilegal, fogatas y cigarros no apagados, etc.

Por otro lado, en el ámbito local, la Secretaría del Medio Ambiente de la CDMX, para el mismo periodo ha registrado casi 600 incendios forestales. Al revisar las cifras, pareciera que más de la mitad de los incendios del país han ocurrido en CDMX. Supongamos que las cifras cuadrarán en breve. No solo la zona norte de la CDMX se ha visto afectada, en otras zonas alrededor de la ciudad, incluso, se han presentado lamentables decesos de brigadistas.

¿Qué ocurre tras el incendio? Son diversos los efectos. El suelo queda expuesto y se erosiona fácilmente. Sin las plantas y sus raíces, no se retiene agua y hay menos filtración para recuperar mantos freáticos. En cuanto a biodiversidad, la pérdida de hábitat desequilibra las cadenas alimenticias. Al haber menos vegetación, disminuye la absorción de CO2 y la generación de oxígeno, lo que sumado al aumento de CO2 producto de la combustión del mismo incendio contribuye al efecto invernadero y al calentamiento global. Sumado a lo anterior, el daño económico también está presente en la pérdida de empleos y patrimonio en las comunidades forestales.

Respecto al tema de emisiones, está sobradamente demostrada la correlación entre mala calidad del aire e incendios forestales aledaños a zonas urbanas. Según cifras de la Asociación Internacional de Servicios contra Incendios y de Rescate (CTIF, por sus siglas en inglés), en 2021 los incendios forestales del planeta liberaron 1,800 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, esto es aproximadamente el 5% del total de las emisiones globales.

No todos los incendios forestales producen la misma cantidad de CO2 y otros gases de efecto invernadero, esto depende de la cantidad de biomasa o materia orgánica presente en el territorio. No es lo mismo quemar hierba que quemar árboles. Los efectos también varían de acuerdo a la orografía, la latitud y la temporada del año de la zona en cuestión.

Regresando a la CDMX y el Valle de México las condiciones distan de ser las mejores para enfrentar los efectos de un incendio forestal. La zona es como una herradura abierta en el norte por donde entra con fuerza el aire, mismo que se estanca al chocar con los cerros de los alrededores. No hay una libre circulación del aire ni de los contaminantes que arrastra. La altura sobre el nivel del mar también juega en contra, al haber menos oxígeno en la atmósfera la combustión es incompleta y se producen más contaminantes.

Por añadidura, las condiciones climáticas de la temporada propician la inversión térmica. Lo normal es que la temperatura de la capa de aire a nivel ciudad sea caliente y por ello, suba a capas superiores en la atmósfera que son más frías, donde las corrientes de aire dispersan los contaminantes. Cuando las capas superiores se calientan más que las del nivel de ciudad, ocurre la inversión térmica. La atmósfera no circula y no se dispersan los contaminantes.

Y todo se conjugó hace dos semanas: incendios forestales, orografía, inversión térmica y personas poco resilientes y aún no adaptadas a un ambiente contaminado. Entiéndase este último factor, como comentario sarcástico, por favor. Pues sí, los humanos aún sufrimos de infecciones respiratorias y oculares, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer de pulmón, entre muchas otras afectaciones por una mala calidad del aire.

La Organización Panamericana de la Salud atribuyó a la contaminación atmosférica y la mala calidad del aire 4.2 millones de muertes prematuras en 2016. En América, registramos 164,000 muertes.

Por si fuera poco, también hay afectación en el plano productivo. Según investigaciones del Instituto Alemán IZA de Economía Laboral y la Universidad de Columbia, la productividad del empleado sí tiene correlación con la calidad del aire que respira (Neidel, 2017). En la Universidad de Singapur se demostró la relación directa entre la pobreza y la contaminación del aire (He, Liu, y Salvo, 2019). La Agencia Europea de Medio Ambiente demostró que la contaminación del aire aumenta los gastos médicos y reduce la productividad económica de los trabajadores (UE, 2021).

Mencioné al inicio sobre la experiencia lamentable para los sentidos que es el estar expuesto a los efectos de los incendios urbanos y la consecuente mala calidad del aire. Más allá de los efectos en salud humana, pérdida de vidas, de patrimonio, biodiversidad e incluso productividad, pareciera que también hay afectación al “menos común de los sentidos”: el común.

Es de sentido común actuar sobre lo que sí controlamos (política pública, aplicación de la regulación, mejorar nuestra conciencia ciudadana, entre otras) y entender qué y cómo debemos actuar para prevenir y no llegar a una situación que está que arde.

X: @JoaquinaNiembro

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