Colaborador Invitado

El futuro comercial de América del Norte

El aprovechamiento de las sinergias entre los tres países permitirá a las empresas de la región producir de forma más eficiente de lo que podrían hacerlo desde o en una sola nación.

Juan Carlos Machorro, abogado socio líder de la práctica transaccional de Santamarina y Steta

Hemos comentado acerca de la importancia de la regionalización y como aquellas economías que intercambiaron productos y servicios en el seno de bloques comerciales y regionales lograron avanzar en las últimas décadas en el intercambio más eficiente de bienes y servicios y en la facilitación de inversiones.

De esta manera, los grandes bloques (Europa, Asia y Norteamérica fundamentalmente) han permitido a los países que los integran expandir mercados, aumentar competitividad y promover el crecimiento económico, reducir barreras arancelarias y no arancelarias, generar empleo y fomentar la competencia entre las empresas impulsando la innovación y mejorando la calidad de bienes y servicios.

Otro aspecto particularmente relevante consiste en la necesidad de contar con un marco legal y regulatorio estable y predecible, que promueva la inversión extranjera y la certeza en el respeto a las inversiones y la claridad y transparencia en la solución de controversias.

La armonización de normas y estándares es también un elemento esencial que permite a los países ir transitando a la homogeneidad y al piso parejo, reconociendo desde luego situaciones de asimetría y periodos de ajuste y evolución paulatina.

Esta combinación de compromisos específicos en materia comercial y la adopción de reglas claras, armónicas y uniformes permite, por otra parte, blindar a los países miembros de tentaciones coyunturales consistentes en virar hacia economías menos abiertas por temas ideológicos y de agenda política.

Es cierto que los países conservan su derecho soberano e irrestricto a modificar el marco jurídico interno, incluido en el plano constitucional; sin embargo, en la medida en que estas modificaciones violenten compromisos adquiridos con los demás socios comerciales y afecten el valor de las inversiones o derechos legítimamente adquiridos, pueden detonarse consecuencias de derecho, fundamentalmente de aplicación de aranceles y obligaciones de indemnización.

México cuenta con una red de tratados y acuerdos comerciales que lo ubican en una situación privilegiada en el contexto internacional.

En este sentido, nuestro país ha asumido el compromiso de abrir distintos sectores de la economía nacional a la participación de empresas privadas, con reglas muy claras de protección de inversiones, sin que sea factible cerrar dichos sectores o imponer barreras adicionales.

En el caso del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la implementación efectiva de las disposiciones laborales y ambientales ha sido un tema en la agenda desde la entrada en vigor del tratado antecedente en enero de 1994.

Recientemente los mecanismos de consulta y solución de controversias han sido puestos a prueba en temas que incluyen aspectos laborales y del sector automotriz, el agro y el energético.

El tratado acaba de cumplir tres años de vigencia y se encuentra a tres años de su primera revisión al haberse incluido una cláusula que mandata una revisión conjunta al sexto aniversario.

Como cada doce años, el próximo año tendremos elecciones presidenciales en México y en Estados Unidos con lo cual la narrativa se irá tiñendo de mensajes electorales durante el resto de 2023 y hasta finales de 2024.

¿Qué significa esto para la revisión sexenal de nuestro tratado?

La primera variable a despejarse tiene que ver desde luego con la identidad y la orientación política de quienes resulten ganadores en la contienda.

En segundo lugar, habrá que considerar el tiempo (prácticamente un año) para preparar la revisión en 2026 y los temas que cada país llevará a discusión.

La buena noticia es que será esta una oportunidad para revisar (que no renegociar) los términos del tratado y su funcionamiento e, idealmente, avanzar hacia una mayor integración de la región.

El aprovechamiento de las sinergias entre los tres países en términos de demanda y disponibilidad de capitales, fuerza laboral, recursos naturales, información, cadenas de proveeduría eficientes e innovación, permitirá a las empresas de la región producir de forma más eficiente de lo que podrían hacerlo desde o en una sola nación.

Hoy es impensable un México desconectado de la región.

La clave para los tres países está avanzar en la aceleración de inversiones y en una mayor y mejor integración de la región en temas como energías limpias, digitalización y cadenas de suministro e infraestructura eficientes.

Para nuestro país, el reto además es conectar, por primera vez en la historia, los beneficios de un país comercialmente activo.

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