Colaborador Invitado

Los truenos anuncian tormenta: Afganistán y la Guerra comercial de China, Rusia y Estados Unidos

Estamos viviendo momentos difíciles y complejos en el mundo y, sin duda, tendrán impacto en nuestro país.

Estamos viviendo momentos difíciles y complejos en el mundo y, sin duda, tendrán impacto en nuestro país. Los retos y los desafíos se antojan peligrosos y de repercusión internacional.  La guerra comercial entre China, Rusia y Estados Unidos y ahora, Afganistán conformarán un ambiente de nuevos reacomodos de las fuerzas hegemónicas del mundo. Es una lucha sorda, apenas perceptible, pero presente y de grandes consecuencias. Afganistán, marca un antes y un después en la política internacional,  complica más el entorno mundial. La decisión de Biden de retirar sus tropas, es grave y seguramente este será el primer episodio, de otros más que vendrán de extrema violencia y tendrá serias repercusiones regionales, mundiales y, por supuesto, en México por nuestra vecindad con los Estados Unidos.

México no es ajeno y no está al margen de estos acontecimientos, somos parte de una geopolítica compartida con nuestros vecinos. En consecuencia, estamos expuestos a los buenos y malos aconteceres. La migración incontenible y ahora, con posibilidades de infiltrados, el narcotráfico y la violencia, conforman una mezcla explosiva que pondrá de punta los nervios del presidente Biden.

En un sexenio de gobierno, los tres primeros años son los de mayor poder y los más favorables y se cuenta con la necesaria fortaleza para hacer posible las realizaciones y el cambio prometido. Después de estos tiempos, se presenta lo que se llama “las menguas del poder y la ley de rendimientos decrecientes en política”. El desgaste natural del ejercicio público y la imposibilidad práctica de no poder cumplir a plenitud las crecientes exigencias populares. A la mitad del camino, las dificultades se multiplican, las celadas se presentan y los atajos propician fugas y escapes sorpresivos.

La política es una compañera caprichosa, pasajera y escurridiza; el poder es efímero y temporal. Lo que principia termina, es la ley natural de la vida, no comprender y entender esta realidad provoca frustración, soledad y angustia. Es, el precio a pagar por el fugaz relámpago de la gloria. Este gobierno ya recorrió la mitad de la jornada, la luna de miel ha terminado, vienen los años más duros de la tarea, nuevas y crecientes dificultades: nacionales e internacionales. En verdad, hace tiempo que las políticas públicas internacionales y los organismos creados para la reconstrucción; han dejado de operar y están rebasados. El cambio ha sido vertiginoso y no así la comprensión y la atención a los graves problemas que está viviendo el mundo.

Por citar un sólo ejemplo: la migración es el resultado de la compleja situación que viven millones de seres humanos por falta de seguridad, alimentación, oportunidades y persecuciones políticas. Estamos inmersos en una crisis mundial de falta de solidaridad humana; de una lacerante e injusta distribución de la riqueza y de un espectro inaceptable de hambruna y pobreza en el planeta. El escape y la huida colectiva es el único refugio de estas almas sin destino. Entre otros lugares y naciones, los Estados Unidos y el sueño americano, es foco de atracción y espejismo colectivo; una esperanza humana. La oleada de migrantes es incontrolable, pero también tierra fértil para la manipulación y maniobra política que afectan a los gobiernos de México y los Estados Unidos. Hoy, asunto más delicado, por el conflicto de Afganistán y por su proclividad al terrorismo.

A este escenario, se debe sumar la violencia y el narcotráfico en México, la denuncia pública de los partidos de oposición ante la OEA, no es asunto menor, tiene relevancia en el exterior y tarde o temprano, el gobierno tendrá que enfrentar este flagelo y la probable presión de nuestro vecino del norte. A todo esto se deben sumar los conflictos internos de los norteamericanos de republicanos y demócratas, entre Biden y Trump, en la práctica, como en México, se juega ya una sucesión política adelantada.

El principal problema de México es la pobreza. La transición democrática y la alternancia del poder no han  sentado las bases para  una sociedad más justa e igualitaria. La globalización económica sólo ha permitido el crecimiento de aquellas zonas ligadas a la exportación; amplias regiones del país viven en situación precaria, sin oportunidades de desarrollo. Esta debería ser la principal preocupación y tarea a resolver por el gobierno.

La sucesión presidencial adelantada vendrá a poner más ruido e incrementar la polarización en el país; el presidente le pegó un garrotazo al avispero político y está en plena operación. Su objetivo principal es ganar la presidencia de la república y asegurar la continuidad de la Cuarta Transformación. El reacomodo de su gente de mayor confianza está a la vista, está jugando con cartas abiertas y no se requiere ser gran conocedor de política para descubrir a su candidata. Vendrán más cambios en el gabinete y en la dirigencia de Morena. La oposición,  por su parte, está obligada por estas circunstancias, a construir, desde ahora, un acuerdo político para lograr una candidatura única de todos los partidos, para poder ser competitivo. Su estrategia tendrá que ser integral, incluir a todos los puestos del gabinete, Diputados, Senadores, presidencias municipales y las gubernaturas. Todo un abanico de oportunidades que le resulten atractivas a cada partido aliado.

Por esta realidad, por estos argumentos y razones, debemos todas y todos cambiar y entender el momento actual del mundo y de México. Caminemos juntos, marquemos nuestros límites; cada quien su frontera, pero trabajemos unidos. En este mar proceloso, con truenos y relámpagos, tiene que remar el presidente López Obrador; es el responsable de cuidar y proteger la nave para llevarla  a buen puerto, calmar a la tripulación y sumarla al quehacer nacional.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Veracruz y Durango, espejo reflejo del 2027?
Mercados en pausa: ¿qué puede romper el impasse?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.