Por Angela Gómez Aiza, presidenta de SAP México
La pandemia de Covid-19 fue el gran detonante de la transición tecnológica. De un momento a otro, organizaciones de todo tipo y tamaño se vieron en la necesidad de adaptarse a condiciones que iban desde restricciones de operación, pasando por la suspensión de venta en puntos físicos, hasta el cierre de fronteras −y con ello el retraso y escasez de insumos. En estos escenarios, la tecnología jugó un papel crucial para transformar las cadenas de suministro, agilizar nuevos canales de venta (e-commerce) y salvaguardar la salud de los colaboradores.
Si bien dar ese salto hacia la digitalización podría sonar sencillo, la realidad fue diferente para cada empresa. Por un lado, se encontraban aquellas organizaciones que ya tenían grandes avances en su transformación digital y para las cuales, el ajuste de sus estrategias para la continuidad operativa fue más claro y ágil. Por otro lado, ciertas compañías en vías de transformación se vieron en la necesidad de acelerar este proceso en tiempos récord. Por supuesto, también presenciamos casos de compañías que apenas daban sus primeros pasos hacia la digitalización -por primera vez- de ciertos procesos. Sin embargo, tuvieron algo en común: todos los caminos llevaban a la nube.
Antes de la pandemia, la automatización de procesos resultaba una opción lejana en la estrategia de negocios de muchas compañías, sin embargo, hoy se ha convertido en una necesidad absoluta. A nivel industrias, en el último año vimos cómo sectores considerados esenciales se vieron obligados a acelerar su transición hacia la nube de forma casi obligatoria. Ejemplos sobran: el sector salud, con la gestión de sus cadenas de suministro y cuidado de su personal, o la industria de consumo y retail, que en poco tiempo tuvieron que encontrar en las plataformas digitales su principal canal de venta.
El crecimiento exponencial que ha tenido la adopción de soluciones tecnológicas no es una etapa pasajera, sino una tendencia clara para los negocios del país. Por ejemplo, la firma IDC señaló a finales del año pasado que la infraestructura en la nube crecerá 26.7 por ciento en América Latina para 2021, lo que nos demuestra que más que una tendencia, la tecnología en la nube es ya una realidad.
Las compañías que se rezaguen tecnológicamente permanecerán fuera del mercado y sin duda, desaparecerán. Sin embargo, como mencioné anteriormente, no solo se trata de migrar hacia la nube; se requiere de una integración holística que contemple la cultura organizacional, que abrace nuevas formas de colaborar y que incluya el desarrollo de nuevas habilidades –tanto digitales como sociales– ante el cambio como la única constante.
A raíz de la pandemia, hemos visto que la economía nacional también pasa por lo digital, ya que conforme las organizaciones -públicas y privadas- sean mucho más eficientes, su crecimiento también permeará a las finanzas públicas. Un claro ejemplo es el crecimiento que en 2019 reportó el comercio electrónico, donde cifras del INEGI señalan que tuvo una participación del 6.0 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y que se espera que, debido a los cambios de hábitos de los consumidores, esta cifra se eleve.
Hoy nos encontramos en una transición histórica en la industria tecnológica, donde nuestra realidad nos exige entender más y mejor las necesidades digitales del país en los sectores público, privado y social. Esto solo se logrará tendiendo puentes para proveer a las organizaciones de las herramientas necesarias para que éstas participen exitosamente de la actual economía digital.