Carlos Serrano Herrera

Reuniones del FMI y el BM: Preocupaciones estructurales

El sistema mundial de comercio y de flujos financieros se desdibuja, dando paso a un entorno de bloques regionales, políticas disfuncionales y decisiones unilaterales.

La semana pasada se llevaron a cabo las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), encuentros que congregan a los principales responsables de política económica del mundo, así como a inversionistas y representantes del sector financiero internacional. El ambiente general fue de preocupación. No por una crisis inmediata, sino por la acumulación de riesgos estructurales que parecen estar configurando un escenario de menor crecimiento global en los próximos años.

El primer tema dominante fue la creciente sensación de que nos movemos hacia un mundo más fragmentado, tanto en el comercio como en los flujos de capital. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, las economías operaron bajo un marco relativamente claro de reglas multilaterales que favorecían la integración. Hoy ese andamiaje parece erosionado. El sistema mundial de comercio y de flujos financieros se desdibuja, dando paso a un entorno de bloques regionales, políticas disfuncionales y decisiones unilaterales. En este contexto, el comercio global corre el riesgo de desacelerarse estructuralmente, y con él, la productividad y el crecimiento.

Otro foco de inquietud es la postura fiscal de varias economías, especialmente las avanzadas, con Estados Unidos al frente. Los elevados déficits fiscales y la creciente deuda pública están configurando trayectorias insostenibles en el mediano plazo. Esta situación podría consolidar un equilibrio de tasas de interés más altas por un periodo prolongado, lo que a su vez encarecería la inversión y limitaría el dinamismo económico. La tensión entre la necesidad de aumentar el gasto público en materia de seguridad y defensa y la urgencia de estabilizar las cuentas fiscales se ha convertido en un reto muy complicado, en particular para Europa que debe enfrentar la amenaza rusa con menos ayuda de Estados Unidos lo cual requerirá aumentos significativos en el presupuesto de defensa.

También preocupa el deterioro institucional en distintos países. Los ataques a la independencia de los poderes judiciales o de los bancos centrales minan la confianza y aumentan la percepción de riesgo. Sin instituciones sólidas, el costo del financiamiento tiende a elevarse, lo que en última instancia puede traducirse en menores tasas de crecimiento.

Las discusiones incluyeron también el papel del dólar como principal moneda de reserva y de transacción global. En mi opinión, el dólar seguirá siendo la divisa dominante, tanto por su liquidez como por la falta de alternativas viables. Para que el euro pudiera competirle sería necesario contar con una unión fiscal y bancaria más robusta en Europa. En el caso del renminbi chino, su internacionalización enfrenta el obstáculo de un sistema en el que la cuenta de capitales no tiene una apertura total y de un marco institucional percibido como poco independiente.

Sin embargo, no se pueden ignorar las dudas que empiezan a surgir en torno al dólar. Los cuestionamientos a la autonomía de la Reserva Federal, el deterioro de la disciplina fiscal en Estados Unidos y la creciente disfuncionalidad política, reflejada en episodios como el cierre parcial del Gobierno Federal durante las reuniones y que todavía no concluye, erosionan la confianza. El dólar seguirá siendo la moneda de reserva del mundo, pero su predominio podría irse reduciendo gradualmente en el margen.

En contraste con este panorama de incertidumbre, existe cierto optimismo respecto al potencial de la inteligencia artificial. Si se confirman las expectativas de aumentos significativos en la productividad, la IA podría representar una nueva ola de crecimiento, con beneficios tangibles en calidad de vida y eficiencia económica. Aun así, los frutos de esta revolución tecnológica podrían tardar en materializarse y dependerán de cómo se gestione su adopción global.

Finalmente, se destacó que muchos países emergentes parecen hoy mejor preparados para enfrentar choques externos. Gracias a políticas fiscales más prudentes, bancos centrales independientes y regímenes de tipo de cambio flexible, sus fundamentos macroeconómicos son más sólidos que en episodios pasados. Esto les otorga cierto margen de maniobra ante un mundo con mayor proteccionismo y volatilidad.

En suma, la sensación predominante entre funcionarios e inversionistas es que el mundo podría estar entrando en una etapa de crecimiento más moderado. La fragmentación geopolítica, la debilidad fiscal y el desgaste institucional son fuerzas que operan en la misma dirección.

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