La economía del país se está desacelerando de forma notoria. En la primera mitad del año, el crecimiento fue de apenas 0.9% y difícilmente llegaremos al 1% en 2025. Más preocupante aún, la demanda interna está en contracción: con datos a la primera mitad del año, la inversión se desploma 6.3%, mientras que el consumo apenas cae 0.1%. La caída en la inversión se explica por el contexto de gran incertidumbre que han traído la reforma judicial, la convulsión comercial y, más recientemente, la propuesta de reforma a la Ley de Amparo.
Sin embargo, paradójicamente, los indicadores de riesgo país han mejorado de manera notable este año. El índice de la Bolsa Mexicana de Valores ha aumentado cerca de 25%. El tipo de cambio frente al dólar se ha apreciado más de 10%. El costo de asegurar deuda soberana mexicana frente a un incumplimiento (medido por los credit default swaps) ha caído 52 puntos básicos, y el diferencial de rendimientos en los bonos a diez años de la deuda soberana mexicana frente a la de Estados Unidos ha disminuido en 6 puntos básicos.
¿Qué explica esta mejora en los indicadores en un contexto de bajo crecimiento e incertidumbre política? En primer lugar, creo que puede tratarse de una corrección tras la fuerte caída que se observó en todas estas variables cuando se conoció que Morena tendría la mayoría calificada en el Congreso, lo que abría la posibilidad de que reformas como la judicial fueran aprobadas. Es posible que los mercados hayan reaccionado inicialmente con exceso de pesimismo y ahora estén ajustando esa percepción.
En segundo término, estos inesperados ajustes a los indicadores de riesgo mexicanos reflejan una mayor percepción de riesgo en Estados Unidos, explicada fundamentalmente por el mayor déficit fiscal, que incrementará la deuda, y por los ataques a la independencia de la Reserva Federal. Todo esto ha depreciado al dólar y elevado, en el último año, las tasas de interés de largo plazo en ese país.
Sin embargo, también hay factores idiosincráticos que benefician a México. Por un lado, persiste la percepción de que México enfrenta un menor nivel de proteccionismo al exportar hacia Estados Unidos que otros países, en particular China. Durante la primera mitad del año, el 82% de las exportaciones mexicanas al vecino del norte se realizaron libres de arancel, lo que ha implicado un arancel promedio ponderado de alrededor de 8.5%. Esto ha reforzado la narrativa del nearshoring y la idea de que México puede ser uno de los grandes ganadores si se mantienen los equilibrios actuales, reduciendo la sensación de riesgo país en los mercados.
En segundo lugar, los esfuerzos de consolidación fiscal, si bien no tan ambiciosos como se esperaba originalmente, han contribuido a fortalecer la percepción de sostenibilidad de las finanzas públicas. El hecho de que el gobierno haya mostrado disposición y compromiso —aunque limitados— a contener el déficit ha sido bien recibido por los inversionistas.
Y, en tercer lugar, parece existir la idea de que esta administración está más abierta a la inversión privada que la anterior, especialmente en sectores estratégicos donde antes predominaba la cautela o el recelo al sector privado.
Es una buena noticia que la percepción de riesgo país haya mejorado. Pero es igualmente importante reducir la incertidumbre que enfrentan los inversionistas. Idealmente, esto pasaría por revertir la reforma judicial, o al menos mitigar sus efectos más nocivos. También será necesario, eventualmente, diseñar mecanismos para mejorar la recaudación y reducir el déficit fiscal. Si esto no ocurre, la deuda en México seguirá creciendo.
La combinación de deuda creciente y nulo crecimiento podría derivar en desequilibrios macroeconómicos importantes. Como decía el economista Rüdiger Dornbusch, “las crisis económicas tardan más en llegar de lo que uno supone, pero cuando lo hacen, suceden más rápido de lo que se piensa”.
México aún está a tiempo de fortalecer su marco macroeconómico y evitar una crisis. Pero para ello es indispensable impulsar el crecimiento económico, y eso solo será posible fomentando la inversión privada.