Hace unos días, la Secretaría de Economía (SE) anunció el dato de inversión extranjera directa (IED) que ingresó al país durante el primer trimestre del año. El monto fue de 21 mil 373 millones de dólares, lo que representa un crecimiento de 5.2 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior. Se trata de una cifra récord en términos absolutos.
Es un buen desempeño, sobre todo si se toma en cuenta que fue un trimestre marcado por un alto grado de incertidumbre, tanto por la elección del Poder Judicial celebrada el domingo pasado, como por la tensión arancelaria derivada de las políticas de Donald Trump. Además, es inversión que llegó en un entorno de bajo crecimiento económico en el país.
Sin embargo, al analizar la composición de esa inversión, observamos que la mayoría (77 por ciento) se explica por reinversión de utilidades. El 14.4 por ciento corresponde a cuentas entre compañías y solamente el 7.5 por ciento –es decir, mil 600 millones de dólares– fue inversión nueva. Si bien esta última cifra representa una recuperación frente al mismo periodo del año pasado (cuando las inversiones nuevas apenas alcanzaron los 600 millones), sigue siendo un monto muy inferior al observado antes de 2018.
Algo está ocurriendo en el país: las empresas extranjeras que ya operan aquí siguen invirtiendo, pero no se logra atraer a nuevas empresas. Además, aunque la reinversión de utilidades continúa como el principal componente de la IED, hay que señalar que cayó 15 por ciento frente al primer trimestre del año pasado.
El crecimiento observado en la IED durante este trimestre se explica fundamentalmente por el aumento en las cuentas entre compañías, que pasaron de 100 millones de dólares a 3 mil 100 millones en un año. Estas cuentas son operaciones financieras entre la empresa matriz y su filial, como préstamos o aportaciones de capital. Esto pudo haber ocurrido porque, en el primer trimestre del año, muchas empresas exportadoras intentaron adelantar sus envíos a Estados Unidos antes de la entrada en vigor de los nuevos aranceles. Para ello, aumentaron su producción utilizando su capacidad instalada, obteniendo financiamiento de sus matrices. Es factible que este crecimiento no continúe en el segundo trimestre.
Al comparar la IED que recibe México como porcentaje del PIB, vemos que está por debajo de otros países de América Latina. Con datos de 2023 (último año con cifras comparables del Banco Mundial), México recibió 1.7 por ciento del PIB en IED, frente a Brasil (2.9 por ciento), Chile (6.5 por ciento), Costa Rica (6.5 por ciento) y Colombia (4.6 por ciento).
Así, México no logra atraer flujos de inversión extranjera directa comparables a los de sus pares, en relación con el tamaño de su economía, y en particular, no logra atraer inversiones nuevas.
¿Qué puede explicar este comportamiento?
Con base en encuestas realizadas a parques industriales (que alojan a la mayoría de las empresas extranjeras), una de las principales causas es la falta de una oferta adecuada de electricidad no contaminante y a precios competitivos. También influye la escasez de agua y la falta de seguridad física.
Pero sobre todo, una empresa que invierte en otro país busca seguridad jurídica. En ese sentido, la reforma al sistema judicial ha incrementado la incertidumbre en este ámbito y dificultará la atracción de mayor inversión. Mientras persista la percepción de que los jueces y magistrados serán menos independientes del Poder Ejecutivo y tendrán menos experiencia y menor preparación académica en comparación con quienes dejarán sus cargos el 1o. de septiembre será difícil ver una recuperación significativa en la inversión, tanto extranjera como doméstica. Y si bien más allá de lo señalado, la IED crece, la inversión nacional está cayendo a ritmos de 6 por ciento a tasa anual. La IED es desde luego importante porque suele venir acompañada de mejoras tecnológicas y de gestión. Pero lo que realmente determina el crecimiento del acervo de capital en México es la inversión doméstica: mientras que la IED representa el 8 por ciento de la inversión total, la inversión privada nacional asciende al 80 por ciento.
México podría estar en una buena posición para atraer IED, dado que es probable que reciba de Estados Unidos un grado de proteccionismo menor al de la mayoría de los países del mundo, en particular frente a China. Pero si no se logra revertir la incertidumbre que ha generado la reforma judicial y no se invierte en infraestructura –especialmente en electricidad y agua–, esta oportunidad se desaprovechará.