Carlos Serrano Herrera

Política económica en Estados Unidos: todavía muy preocupante

La combinación de política comercial y fiscal puede complicar la trayectoria de crecimiento de Estados Unidos.

En los últimos días el proteccionismo comercial de Estados Unidos se ha tornado menos extremo. Los aranceles anunciados el 2 de abril, el llamado “Día de la Liberación”, han sido pausados por 90 días. Mientras tanto, se aplicará una tarifa de “solamente” 10 por ciento al resto del mundo. Por otra parte, los aranceles a China se redujeron de 145 por ciento a “únicamente” 30 por ciento. También se anunció algo particularmente positivo para México: que los aranceles no serán acumulativos. Por ejemplo, inicialmente se estableció que un automóvil mexicano que se exportara fuera del T-MEC enfrentaría un arancel de 50 por ciento: 25 por ciento por no ajustarse a las reglas del tratado y 25 por ciento por ser un producto automotriz. Ahora será “sólo” de 25 por ciento.

Los mercados han reaccionado positivamente a estas medidas. De hecho, los índices accionarios ya se ubican en los niveles que mostraban antes del “Día de la Liberación”. Habían registrado caídas significativas no solamente porque un proteccionismo tan elevado implica menores tasas de crecimiento para la economía estadounidense –dado que, si es efectivo, induce un flujo de capital desde sectores eficientes hacia otros menos productivos, sino también por el impacto que puede tener en los precios y, por tanto, en el consumo y en las tasas de interés. También hubo una reacción bursátil negativa por la forma en que se calcularon los “aranceles recíprocos”. En lugar de tomar el arancel que otros países aplican a las exportaciones estadounidenses, se utilizó el déficit comercial bilateral, ajustado por el tamaño de las importaciones, dividido entre dos. No hay absolutamente ninguna lógica económica detrás de ese cálculo. Por eso, los mercados también reaccionaron con preocupación por lo que eso reveló acerca de la capacidad técnica de quienes estaban tomando decisiones clave en materia de política comercial.

Si bien el equilibrio actual es menos negativo que el que se anunció el 2 de abril, no me parece que deba considerarse como algo positivo, y veo cierta complacencia en los mercados. Primero, porque aún en este escenario de pausas y menores aranceles hacia China y hacia el resto del mundo, el nivel de proteccionismo de Estados Unidos es el más alto desde 1934. Según el Budget Lab de la Universidad de Yale, en este escenario, la tarifa promedio ponderada es de 18 por ciento. Eso tendrá efectos negativos sobre el crecimiento y sobre los precios.

Pero el problema no radica solamente en los niveles arancelarios. Otro asunto, que me parece más grave, es la incertidumbre. Tanto en el caso de los “aranceles recíprocos” como en los de China, hay una pausa de 90 días. Se ha dicho, además, que se llegará a negociaciones individuales con cada país cuyo resultado es imposible de anticipar. El saldo es un enorme nivel de incertidumbre. ¿Qué empresa tomará una decisión significativa de inversión durante esos 90 días? Peor aún, el secretario del Tesoro declaró que los nuevos aranceles a China son un “piso”. Es decir, la expectativa es que vuelvan a subir. Mientras esta incertidumbre persista, algo que bien podría durar los siguientes cuatro años, los niveles de inversión se mantendrán deprimidos.

Además de la política comercial, hay motivos de preocupación en el frente fiscal. La propuesta fiscal que el Partido Republicano busca aprobar, definida por Trump como una “big, beautiful tax bill”, hará que durante los próximos años el déficit fiscal estadounidense no baje de los actuales niveles de entre 6 por ciento y 7 por ciento del PIB. Estos niveles elevados comenzaron con Biden, continuarán con Trump y no se habían visto en épocas de paz. Ello resultará en un crecimiento explosivo de la deuda y en aumentos en las tasas de interés que tendrá que pagar el gobierno de Estados Unidos. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a diez años se encuentran ahora en 4.6 por ciento, de los más elevados en los últimos 25 años. La semana pasada, la calificadora Moody’s retiró la calificación de triple A a la deuda soberana estadounidense como lo habían hecho antes Fitch (2023) y S&P (2011).

La combinación de política comercial y fiscal puede complicar la trayectoria de crecimiento de Estados Unidos y generar volatilidad en los mercados financieros, si se sigue erosionando la confianza en los bonos del Tesoro y en el dólar. No es momento para la complacencia.

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