“La cultura es la columna
vertebral de cualquier organización
exitosa”
Gary Vaynerchuk
“Si logra obtener la cultura
correcta, la mayoría de lo demás
se resolverá por sí solo”
Tony Hsieh
En estos tiempos de pandemia, donde en mayor o menor grado tuvimos que trabajar a distancia y sin supervisión directa, resurge la importancia de la cultura de la empresa. Las empresas que crearon y mantuvieron una cultura de confianza, compromiso y cumplimiento de metas, se adaptan mejor a este formato de trabajo.
¿Cómo establecer la cultura en la empresa?
Uno de los roles del director consiste en ‘construir’ la organización, lo que incluye crear y mantener (es decir, establecer) una cultura, que entendemos como el conjunto de valores que poseen los miembros de una organización; valores que ‘viven’ día con día.
De hecho, a veces basta con estar algunos minutos en un establecimiento, oficina o fábrica, para advertir cuál es la cultura existente, ¿Son amables y atentos? Es decir, ¿hay cultura de servicio? ¿Son puntuales en sus citas y compromisos? ¿Hay orden y limpieza en el lugar? ¿Tratan con respeto a sus subordinados? Precisamente de estos comportamientos se deduce la cultura. Mi amigo Juan Grau la definía genialmente: “Cultura es lo que las personas hacen cuando no las ven”.
Valores positivos y negativos
Por supuesto, también existen lo que podríamos llamar una cultura negativa, lugares en donde impera la desconfianza y se ‘transan’ a quien pueden, no hay respeto hacia las mujeres o simplemente no se trata bien a los clientes, son impuntuales o el espacio está sucio y desarreglado.
Algunas escuelas de pensamiento estratégico consideran que la cultura es esencial porque la estrategia es ‘producto’ de la cultura. Por ejemplo, en 1982 Tom Peters y Robert Waterman analizaron cómo la cultura ayuda muchísimo a que las empresas sean exitosas (Ver su clásico libro: “En Busca de la Excelencia”).
Para establecer una cultura empresarial, primero hay que definirla y, posteriormente declararla; comunicarla de manera clara incluyendo los valores que todos los colaboradores deben de ‘vivir’. No se trata solamente de escribirlos, como lo hemos afirmado muchas veces, hay que ‘vivirlos’ lo más plenamente posible y para eso, hay que conocerlos y estar de acuerdo con ellos.
El ejemplo arrastra
El ejemplo de quienes encabezan la empresa es la manera más eficaz de lograr que los demás hagan lo mismo. Recuerda que aprendimos de las acciones y actitudes de nuestros padres y maestros, de lo que les vimos hacer y no de lo que nos dijeron. Lo mismo pasará en la empresa.
“Las personas hacen lo que hacen porque son como son”, afirma mi colega Enrique Taracena. Esto en la práctica significa que, durante el proceso de selección de los colaboradores, es necesario elegir a quienes son como queremos que sean, a los que ya tienen nuestros valores. Por lo tanto, hay que fijarse más en las actitudes que ya tienen las personas, que en las aptitudes que después se pueden adquirir.
Alfredo Gallart, fundador y director de FiestaTips, empresa que, entre otras cosas, capacita muchachos de preparatoria para que hagan shows de payasos y magos en fiestas infantiles, decía que es más fácil contratar a un muchacho honrado, trabajador y honesto y después enseñarle a ser payaso, que contratar a un payaso y enseñarle a ser honrado, trabajador y honesto.
También tenemos que medir los comportamientos. Que las personas se den cuenta de que estamos midiendo lo que hacen, y lo que queremos que hagan, no es para tener un control burocrático intenso, sino que sepan que nos damos cuenta de lo que hacen.
Es probable que, derivado de estas mediciones, haya consecuencias, es decir, reconocimientos o llamadas de atención. Por ejemplo, hacer las promociones con base en la conducta que refleje los valores que se buscan.
Además, debemos de capacitar en los valores deseados. Si queremos que se aproveche el tiempo, debemos implementar cursos de manejo eficaz del mismo; si nos interesa la honradez, ofrezcamos un buen seminario con casos acerca de ética en las organizaciones.
Nadie dijo que fuera sencillo
Crear una cultura no es un asunto fácil, pues buscamos que la compartan todos los colaboradores de una organización. Hacer que permee es todavía más difícil, no obstante, como sucede con las cosas valiosas, cuestan trabajo, pero facilitan enormemente la ejecución de la estrategia y que las personas se sientan satisfechas en su trabajo.
En efecto: una buena cultura logra que el trabajo no sea solo un medio para obtener un salario, sino para desarrollarse como persona, mejorando uno mismo y haciendo que los demás también lo hagan.
* Profesor Decano del Área de Política de Empresa (Estrategia y Dirección) en el IPADE