Cuando se trata de asuntos de crianza, en México hay un tema que, pese a los esfuerzos, sigue presentando una escasa atención. Me refiero a cuando se es padre soltero o lo que se conoce como paternidad autónoma. En un país como el nuestro, en donde se relaciona, con mayor contundencia, el cuidado de los hijos y las hijas por parte de la madre, hablar de la paternidad autónoma es referirnos a un fenómeno casi invisible.
En este sentido, habría que empezar por señalar los retos a los que se enfrentan los padres que han optado por hacerse cargo de sus hijos e hijas sin la colaboración de la madre. Uno de los principales desafíos es, según Leonardo Felipe Olivos Santoyo, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los replanteamientos en torno a la paternidad: “Este fenómeno no solo pone en cuestión estereotipos de género profundamente arraigados, sino que también invita a reflexionar sobre los desafíos, prejuicios sociales y realidades emocionales, legales y económicas que enfrentan los hombres que crían en solitario”.
Las reacciones que surgen con esta práctica llegan a producir burlas, cuestionamientos sobre el papel del hombre como proveedor, desacreditación, cuando más bien deberían reconocerse los prejuicios que se han formulado en torno al cuidado familiar y que afectan la participación activa de los padres.
“En ciertos contextos, ser un padre autónomo se puede percibir como un fracaso moral o personal”, dice el académico en Global Revista, una publicación de la UNAM. Si bien las cifras exponen a una escasa población de padres en esta situación, al menos logran “poner en evidencia la capacidad de los hombres para cuidar y educar”.
Un asunto de desigualdad entre madres y padres es la licencia por nacimiento y adopción. Según el documento Recomendaciones para implementar una política de permisos parentales en México, editado por Early Institute en 2019: “Actualmente, la mayoría de las mujeres y hombres mexicanos considera que el permiso por paternidad debería ser de la misma extensión que el permiso por maternidad. A casi cien años de que fue introducido el permiso por maternidad en la Constitución mexicana de 1917, el permiso por paternidad es incorporado en la Ley Federal del Trabajo en 2012 como un reflejo del cambio social y cultural en torno al rol de las madres y padres en el contexto actual”.
En definitiva, los permisos por paternidad siguen siendo garantías que deben afianzarse y requieren el total apoyo del Estado para beneficio de las niñas y los niños en sus primeros años de vida.
En Early Institute reconocemos la decisión de aquellos padres que cuidan a sus hijos e hijas sin la presencia activa de la madre y hacemos un llamado a la formulación y aplicación de políticas públicas que cubran los derechos tanto de los menores a ser cuidados como de los padres a cuidar de ellos. Sin duda, es fundamental mirar a este grupo, que merece tener las mejores condiciones para ejercer su paternidad de manera segura, afectiva y responsable.