Un buen número de organizaciones arriesga su posición en el mercado al ignorar la inteligencia artificial (IA), aunque pocos equipos directivos están listos para adoptarla y asumir su complejidad. En ese punto crítico, el coaching funciona como una herramienta valiosa para detectar los obstáculos que frenan su integración y formar ejecutivos dispuestos a explorar estas innovaciones.
Julian De Freitas, en un artículo reciente de Harvard Business Review, describe múltiples trabas que detienen el uso ampliado de la IA. Explica que todavía aparece como una “caja negra”, algo tan opaco que desacelera la confianza. Además, hay quienes ven la falta de emocionalidad, como un defecto en tareas que requieren empatía o juicio subjetivo. También hay inquietudes sobre su flexibilidad, pues la gente interpreta los errores de la IA como permanentes. Su autonomía provoca recelo por la posible pérdida de control en decisiones cruciales y, por último, buena parte de quienes la examinan valoran más la cercanía de la interacción humana.
La realidad en diversas compañías latinoamericanas muestra obstáculos adicionales.
Uno muy importante es la velocidad con la que los modelos de IA evolucionan. Ante esa obsolescencia veloz, muchos directivos rehúyen comprometerse con cierta tecnología porque implica un riesgo alto, pues temen quedar “casados” con una solución superada en poco tiempo. También surgen barreras internas como la escasez de personal capacitado, la falta de datos adecuados, la inversión inicial considerable y la dificultad de medir con precisión el retorno. Finalmente, queda la pregunta “¿Por qué cambiar algo que ya de resultado?”
En ese escenario, el coaching actúa como catalizador de transformación cultural y exploración estratégica. Acompaña a los ejecutivos en esta paradoja con transparencia, reduciendo la ansiedad ante los errores y estimula una actitud abierta la experimentación responsable.
¿Cómo puede impulsar el coaching ejecutivo esta transición? Primero, refuerza la capacidad de los líderes para concretar su visión estratégica al incorporar IA. En segunda instancia, busca alinear la innovación con objetivos precisos y medibles del negocio. En tercer lugar, trabaja competencias como la flexibilidad, el aprendizaje continuo y la destreza para manejar la incertidumbre.
También es clave lanzar proyectos piloto, que estén inmersos en una cultura que interprete la equivocación como oportunidad de conocimiento, en lugar de derrota. El coach guía a los líderes en la tarea de equilibrar la urgencia de resultados inmediatos con la paciencia requerida para la adopción gradual de estas soluciones.
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