“Cosa grata la guerra… ¡se quieren tanto los unos a los otros en la guerra!” escribía Jean de Bueil en Le Jouvencel, novela clásica de la época medieval, reflejo de una mente capaz de librar combates terribles donde importaba más la gloria, no tanto el resultado. La identidad medieval vivió la guerra de un modo que contaba con sus propias motivaciones y objetivos, como las del héroe Roldán, quien se vuelve famoso al morir en su derrota en Roncesvalles y es premiado por los arcángeles Gabriel y Miguel, quienes se lo llevaron al cielo. Así podemos entender que una de las primeras lecciones de San Francisco de Asís haya sido caer prisionero durante una gresca entre ciudades vecinas, pues la contienda significa experimentar la creación de Dios y conocer la vida; la derrota y la captura se daban por descontadas. Como escribía un cronista de la época: “No hay en el mundo un modo de vivir, ni recreo, oro, plata ni gloria comparable al placer de llevar armas y de pelear como nosotros lo hicimos”. En otras palabras, no se libra la guerra solo para vencer al enemigo.
Alfonso Caso relacionó la guerra medieval con las guerras floridas mexicas, como una especie de torneo donde los aspectos económicos y religiosos se mezclaban. De las xochiyaoyotl se ha escrito mucho; son una curiosidad mayor en nuestra historia precisamente por cuestionar nuestros prejuicios en torno a prácticas que tendemos a juzgar demasiado deprisa o con poca atención. Las guerras floridas representan tantas cosas que aún no hay consenso sobre qué fueron ni por qué se llamaron así. Incluso en su época causaban sorpresa y confusión. Cuando los mexicas y los tlaxcaltecas estaban en guerra, no dejaban de visitarse y de llevarse regalos porque, como decía el consejero Tlacaelel, “aunque, cuanto a las guerras que entre nosotros hay, haya enemistad…somos todos uno”. Aunque fueran enemigos, notaba Tomás de Torquemada, “… a veces no peleaban, y eso podría ser contradictorio”. Cuando un guerrero capturaba un prisionero, este decía “él es mi querido hijo”, y el cautivo respondía “y él es mi querido padre”.
Y así como los torneos medievales y las guerras floridas, hoy las empresas son conducidas por razones que no se pueden reducir a una lógica económica. Esto lo demuestran estudios como el de Erik Hurst y Benjamin Wild, quienes documentaron cómo las pequeñas empresas tienden a constituirse por razones no pecuniarias. Aunque la necesidad de obtener ingresos y la escasez de oportunidades son causas suficientes para emprender, la realidad es que la mayoría de las personas piensa en la flexibilidad en el horario y en “ser su propio jefe” a la hora de abrir sus negocios. Contrario a lo que se repite a menudo, la innovación y el crecimiento no son prioritarios para las pequeñas empresas, que más bien buscan el desarrollo personal e integrarse a mercados ya establecidos. En Estados Unidos, por ejemplo, los dueños de negocios en la industria financiera son más propensos a reportar beneficios no pecuniarios como motivaciones importantes para volverse pequeños empresarios. Según el Global Entrepreneurship Monitor 2023/2024, en México el 62.8% de quienes se animan a emprender lo hacen para marcar una diferencia en el mundo, y 55.1% por continuar con la tradición familiar. Es por todo esto que no basta con hablar de financiamiento o celebrar el espíritu emprendedor; para apoyar a las Pymes es indispensable conocerlas, escuchar lo que sienten y desean. Los pequeños empresarios entienden que su trabajo es mucho más que el botín y la victoria, por el contrario, la fidelidad a sí mismos es innegociable.