Sin dejar a nadie atrás

Seamos buenos

Si las fuerzas de oposición han de mantener la dignidad que les permita reclamar a los poderosos sus faltas y omisiones, deben comenzar por aceptar las propias y aprovechar su situación para expiarlas.

México en el diván. Más que discutir qué tan mal estuvo lo que aconteció en el Senado la semana pasada, propongo imaginar al país visitando al terapeuta. —¿Cómo se siente hoy?— le preguntaría. Nosotros, ciudadanos que hablamos en nombre de la patria, ¿cómo responderíamos? Seguramente reconoceríamos una abnegada tristeza por el deterioro que las circunstancias no cesan de producir: desde la agresividad generalizada que no solo emana del crimen (des)organizado, sino también de las altas esferas del parlamentarismo, hasta la aburrida frivolidad con la que los representantes de los nuevos valores se dejan confundir por la tentación del materialismo. Incluso podríamos sentirnos preocupados por nuestra reputación. Los ojos externos, a los que llegan imágenes como la de la trifulca en el Senado, no podrían sino interpretar que lo que está sucediendo en México afecta a toda la clase dirigente por igual, sin importar su partido.

México en el confesionario. Como he venido diciendo en las últimas semanas, no solo en la miseria se está expuesto al despilfarro; también durante la victoria perdemos las oportunidades de brillar cuando aislamos la cabeza del corazón. Si las fuerzas de oposición han de mantener la dignidad que les permita reclamar a los poderosos sus faltas y omisiones, deben comenzar por aceptar las propias y aprovechar su situación para expiarlas; que la derrota sea una temporada de purificación para transformarse en algo mejor mediante la humildad, la bondad y el autocontrol —la mayor de las potencias humanas—, diría Heródoto. Por otro lado, que aquellos que han triunfado no se vean abrumados por la fortuna. La responsabilidad histórica que se ha depositado en ellos debe garantizarse diariamente, terminando con las prácticas anticuadas y venenosas de la prepotencia, la exclusividad y el elitismo. Está en ellos demostrarnos todos los días que la verdadera grandeza yace en la cercanía con la sociedad, porque son ellos quienes han impulsado la idea de que el verdadero lujo es el que se comparte con los demás.

Un Estado emprendedor. Decía el expresidente de Coparmex, José María Basagoiti, que la política de los empresarios era la de la sociedad y del bien común. Porque “las ideas políticas tienen también que ser nuestras”, para que la sociedad se imponga sobre cualquier adversidad. Estas son las exigencias de los empresarios, así como de la ciudadanía, porque los sentimientos de la nación le pertenecen a toda su gente, provienen de un mismo corazón. Frente al desasosiego, impongamos la calma. Que la reflexión de nuestro sentir llegue a quienes nos rigen; que sepan que, más que estar a favor o en contra, nos sentimos intranquilos, pero esperanzados: así lo indica el apoyo de la gran mayoría que respalda a nuestras dos funcionarias de más alto rango de cara a sus primeros informes de trabajo. Se perfila, además, una nueva Corte; queremos que no olviden lo que está escrito sobre sus cabezas y hagan valer el derecho de todos, siempre en beneficio de todos. Estamos por entrar a la carrera por las elecciones intermedias de 2027, donde se decidirán 16 gubernaturas: qué mejor momento para exhibir profesionalismo y madurez. Ante la situación que atravesamos hoy en México, repito las palabras que el poeta palestino Mahmoud Darwish pronunció al final de su vida: partamos juntos y seamos buenos.

COLUMNAS ANTERIORES

Abrumados por la fortuna
La emoción del dinero

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.