Sin dejar a nadie atrás

La sangre como colateral

Las consecuencias de una disputa por una tanda mal administrada pueden ir desde un enojo hasta acusaciones de extorsión.

Las noticias internacionales de la semana pasada recapitularon la —ahora usual— incertidumbre financiera global. Aunque Trump volvió a anunciar “importantes acuerdos comerciales”, el gobierno de Japón lo desmintió, los australianos han vuelto un meme la idea de preferir carne americana sobre la suya, y el primer ministro francés lamentó la “sumisión” de la UE. Sea cual sea la verdad, lo cierto es que todos tememos por las consecuencias en nuestros bolsillos. En situaciones de volatilidad, contar con ahorros nos ayuda a dormir más tranquilos, aunque no está de más reflexionar sobre la seguridad y confianza que depositamos en ellos.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Inclusión Financiera, si bien 66% de los mexicanos acostumbra ahorrar, esto no quiere decir que lo hagan de manera formal, porque 58% de los que ahorran recurren a mecanismos no regulados. Todos sabemos de alguien inscrito en una tanda, pero también de quien “se le cayó”. En la informalidad, ningún contrato nos protege de que “se lleven” nuestro dinero, y las consecuencias de una disputa por una tanda mal administrada pueden ir desde un enojo hasta acusaciones de extorsión, como en el infame caso de Alma, quien fue sentenciada a cuarenta años de prisión en un proceso denunciado por la asociación civil Mujeres Unidas por la Libertad.

El aspecto comunitario de las tandas es, paradójicamente, su fortaleza y su debilidad. Cuando los inmigrantes chinos en México trajeron esta milenaria práctica a principios del siglo pasado, el Hui les permitió acceder al financiamiento que ninguna otra institución les ofrecía. De esa manera abrieron negocios, pagaron los anticipos para una casa o realizaron el mantenimiento de sus equipos, todo a la vez que fortalecieron los lazos de su comunidad. Estos modelos de ahorro rotativo han surgido en todo el mundo, como los equb en Etiopía y los hÔi en Vietnam. Pero estos nacieron por una falta de acceso o de confianza en la banca tradicional, y cuando un grupo solo se tiene a sí mismo para resolver sus necesidades financieras, muchas veces termina aislado o enfrentado al sistema oficial de justicia.

Hay otros problemas que aquejan a estos modelos de ahorro. Dependiendo del turno, puede que malgastes un dinero que no necesitas en ese momento o, por el contrario, que no alcances a cubrir una emergencia a tiempo (no siempre te van a cambiar tu número). Además, no suelen generar intereses porque no son una inversión, así que la cantidad que recibas al final puede que ya no alcance a pagar lo que tenías proyectado. Cuando te prometen rendimientos, lo más probable es que se trate de un fraude: en Taiwán, como en México, a la par de sostener la economía de los barrios, miles de personas han perdido su patrimonio por confiar en charlatanes que abusan de un arraigado sentido de familiaridad, parentesco y pertenencia comunitaria. A pesar de la lamentable desintegración del tejido social, el ahorro basado en la consanguinidad —una fuente de riesgo espeluznante— no puede cubrir las necesidades modernas cuando no lo acompaña una sólida educación financiera.

La incertidumbre financiera nos va a seguir desvelando en estos años de tensión comercial, sin duda, pero cuando —mínimo— revisamos que un operador financiero está autorizado por la Condusef, podremos ahorrarnos la pena de llegar a casa y encontrar que nuestro amigazo se fugó con el dinero de la tanda.

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