Sin dejar a nadie atrás

La inclusión financiera como estrategia de soberanía nacional

A diferencia del SWIFT, ensamblado sobre los vestigios del telégrafo, el CIPS chino crece sobre tecnología de punta, similar al SPEI mexicano, aunque en escala planetaria.

Hace veinte años nació el SPEI, una maravilla tecnológica que hoy en México damos por sentada. El sistema del Banco de México permite transferencias en tiempo real, los siete días de la semana durante todo el año, con transparencia y sin costo. ¿Qué no es así en todo el mundo? ¡Ojalá! Pero los pagos interbancarios de países como Estados Unidos, o incluso el estándar internacional (SWIFT), no funcionan como una transferencia directa, demoran hasta días enteros y cobran costosas comisiones. La tecnología de Banxico es tan avanzada que ha dado lugar a un ecosistema financiero digital altamente inclusivo. Una cuenta bancaria o una tarjeta de crédito ya no son indispensables para acceder a los medios de pago y financiamiento digitales. Con servicios derivados del SPEI —como el CoDi, Dimo y BNPL— el acceso al sistema financiero se ha vuelto más dinámico e inclusivo que nunca. Todo esto, por admirable que resulte, no ha surgido de la nada: refleja la profundidad de los cambios que atraviesan hoy las finanzas internacionales, cuya bandera, la inclusión financiera, es la clave para entender gran parte de lo que sucede en el ámbito político y económico global.

¿Por qué ha sido hasta ahora que Estados Unidos decidió emprender una guerra comercial contra China? ¿Es acaso, como ha llegado a sugerirse, debido al estatus de Taiwán? En absoluto; Estados Unidos ha respaldado la política de “una sola China” desde la visita de Nixon en 1972, postura que Trump reiteró. ¿Es una medida relativa al déficit comercial? Tampoco: desde la segunda mitad del siglo XX la política económica estadounidense se ha sustentado en el crecimiento de su déficit fiscal, que le ha permitido hacer de su moneda el estándar con el que las reservas internacionales capitalizan y protegen sus propios mercados. Tanto así que la “Big, Beautiful Bill”, reforma impulsada este año por Trump, fijó un nuevo techo, más alto, para la deuda.

¿Entonces? La clave está en el sistema internacional de pagos, cuyo monopolio pertenece a una cooperativa conformada por once mil instituciones financieras en doscientos países: el SWIFT. Durante la guerra de Crimea en 2014, Rusia fue amenazada con la desconexión del SWIFT. Desde entonces se ha utilizado como un arma, precisamente mediante la amenaza de la exclusión. Desde el 2022 se han congelado 325 mil millones de dólares en activos rusos y se ha desconectado a gran parte del sistema financiero ruso del SWIFT, alertando a países como Arabia Saudí, la India y especialmente a China, sobre lo que también podría ocurrirles. Es así que desde el 2014 los BRICS, con China liderando masivas inversiones en infraestructura y financiamiento por todo el mundo, han abierto el camino hacia una arquitectura financiera internacional alternativa, acaso el germen de un nuevo Bretton Woods.

A diferencia del SWIFT, ensamblado sobre los vestigios del telégrafo, el CIPS chino crece sobre tecnología de punta, similar al SPEI mexicano, aunque en escala planetaria. Las transacciones del CIPS representan apenas el 1 por ciento del SWIFT, pero sabemos que su utilización ha crecido más de un 400 por ciento desde el 2015, a la par de un yuan con mayor presencia en los mercados energéticos y como divisa de reserva. El sistema financiero se está reconfigurando, y los países que no promuevan la inclusión financiera quedarán atrapados en luchas ajenas. Para México, la lección es clara: invertir en tecnología y educación financiera impulsa y democratiza su economía, a la vez que consolida su soberanía en un mundo de redes en disputa.

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